El hombre que brama en el desierto»
Beto Liòndeux
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El hombre nicaragüense está abandonado en un desierto, con sed de éxito y vulnerable, expresa el autor del siguiente artículo. ¿Por qué? Te invitamos leer su opinión
Abandonado en un desierto con sed de éxito está el hombre nicaragüense, el más vulnerable que ni tiñéndose el alma de dorado y el corazón de púrpura, va capturar un solo peso adicional para adquirir un producto más de la canasta básica.
Hombres de obsidiana dispuestos a morir por sus familias, ni siquiera se les está honrando ese privilegio. En lugar de hacer como Hitler a los judíos, se les hace una transferencia de sangre, se les resucita con técnicas de RCP (reanimación cardiopulmonar); o bien se les sacude la vida con un desfibrilador, pero NO se les deja morir, todo por ser explotados, lacerados, y humillados.
Muchos de ellos buscan una solución viable y consideran que es la migración. Además de pasar literalmente por el desierto, bramando indeciblemente por un mejor futuro, llegan y se dan cuenta que las cosas no son como parecen.
Pueden tener acceso al sueño americano en Estados Unidos, pueden hacer dinero, pueden salirse con la suya evadiendo la ley, pero no pueden ver el crecimiento de sus hijos, ni tocar los labios de su amada. ¡Que sequedad!
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“El hombre olvidado jamás será olvidado”, dijo Donald Trump en su discurso inaugural. Quisiera al menos escuchar eso saliendo de la boca de un empresario o gobernante. Pero no recibimos más que lluvia de promesas al vacío para el hombre que brama en el desierto. El hombre nicaragüense, que por más que quiera jalar agua para su pozo, no encuentra, o bien solo recibe pringues.
Este es el hombre que representa la antítesis de ese boludo que vemos pedir limosna, ese hombre con toda la leche, pero que decide, enviar a sus hijos a limpiar vidrios, ir a robar casas o asaltar a transeúntes. O decide contemplar la inmortalidad del cangrejo, mientras su casa se derrumba a pedazos, o mientras sus hijos mueren de hambre.
El hombre que brama en el desierto es el que quiere, pero no puede. Y aún sabiendo que no puede, sigue intentando, todos los días amputando trozos de su alma, y todo por obtener un poco más de valor para su vida, todo por mandar a sus hijos al colegio, todo por…un oasis en el desierto.
La familia de este hombre siente que el tercer cielo desciende sobre su hogar, cuando él trae unos pedazos de pizza Papa Johns que le regaló su empleador. Es un gozo para su esposa y sus hijos, celebran, fían una Big Cola, y hacen el festín del mes.
Si tenemos un gobierno tiránico y una élite insensible y cómplice del régimen, pues lo único que nos queda a vos y a mí es ayudar a ese hombre que brama en el desierto. Levantarlo, reforzarlo, equiparlo, dotarlo de más herramientas y oportunidades para que pueda lograr más, porque no es fácil la vida en Nicaragua.
Recuerdo a un amigo canadiense que una vez dijo: “Oh, Nicaragua no ser nada barato. Barato quizás sólo el arroz y los frijoles”. Tiene razón, y más ahora con las reformas fiscales y un gobierno que exprime a todos los sectores exigiendo ganancias, tratando de agarrar más pedazos del pastel, y todavía exige que cada pedazo lleve bastante baño.
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El hombre abandonado está a punto de desfallecer, de colapsar entre tanta injusticia, ya sus cartuchos no da abasto. ¡Este es el hombre que debemos proteger!
En las grandes potencias, cuidan de este hombre, le dan una buena infraestructura, salud, acceso a educación, servicios básicos, beneficios estatales y asistencia social, bajo impuesto sobre la renta, y oportunidades de emprender, producir, y comercializar en un libre mercado. Todos estos beneficios para hacerlo más productivo, para que además de mejorar su calidad de vida, también este hombre provea servicios de mejorar calidad.
En estas naciones, el que trabaja duro goza más de la vida. Pero en Nicaragua, al que trabaja duro, más se le arrebata. Esto no debe ser así. Esto se llama crisis humanitaria. Es el estado más bajo al que una nación puede llegar: hombres que comen hombres.
Comerte al más vulnerable no es una solución viable para incrementar tu riqueza. Es por esto que nunca despegamos en Nicaragua, porque nos hacemos ricos a cuestas de otros, y eso nunca trae remuneración; paradójicamente, trae más pobreza.
En los países poderosos, quizás llegan al punto de tener un sistema abrumador y estresante. Pero es bien remunerado y hay un buen equilibrio. Si trabajás duro y te esforzás, empezás a tener acceso a diferentes bienes y servicios. Vas escalando.
No así en nuestra Nicaragua, donde el rico empieza a contagiar a la clase media para también hacerse rica, y entre su afán de hacerse rica, la clase media cae en la corrupción, la inmoralidad, y en el pecado de matar, indirectamente a familias enteras.
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Sino mira a tu alrededor y ve las grandes camionetonas por todos lados; las grandes mansiones en construcción; el pencazo de gente en galerías llenando canastas de ropa y otros enseres del hogar en cada tienda, y los restaurantes saturados de familias pidiendo los más exquisitos platos.
¿Quiénes son esos hombres? ¿Genios de la NASA calculando el pasar de los astros sobre los cielos de Nicaragua? Quién en Nicaragua puede estar haciendo algo tan extraordinario como para gozar de tanto lujo, cuando estamos en el tercer mundo, en un país que apenas, siglos después, está saliendo de la colonia.
Esa es la clase media baja y la clase media alta, influenciadas por la clase alta, por las élites, y convencidas de que no hay nada más importante que tener dinero…aunque sea a costa del sufrimiento de sus conciudadanos.
Tengo la visión que un día, el hombre que brama en el desierto llegará al oasis. Beberá del agua, cobrará nuevas fuerzas, y despegará por los aires, alcanzando sus sueños. Y verá a sus opresores desde arriba, y les saludará, sin ningún rencor, porque estará confiado en que la justicia vendrá y él no tendrá que mover ni un dedo para ejercerla.
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