En los últimos días Daniel Ortega rompió uno de sus propios récord. En menos de 48 horas se dejó ver en dos ocasiones en los medios de comunicación oficialista. Esto no lo había hecho en los últimos cinco años, de los 14 consecutivos que lleva en el poder. Tampoco durante la emergencia provocada por los huracanes Eta o Iota que hace pocas semanas tocaron tierra en el Costa Caribe nicaragüense y causaron graves daños en el país. Tampoco por la pandemia que desde marzo pasado azota al mundo entero.
El lunes 14 de diciembre participó en la cumbre virtual celebrada en ocasión del aniversario de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Ahí compartió con su homologo venezolano Nicolás Maduro; el cubano Miguel Díaz Canel y otros dirigentes de pequeñas islas caribeñas que se benefician del petróleo venezolano, igual que lo hizo Ortega durante nueve años.
Al día siguiente, el martes 15, lo hizo para cumplir con un acto protocolario. Recibió Cartas Credenciales de nuevos embajadores en un acto que duró más de dos horas y quince minutos. El único jefe de misión diplomática que mantuvo la distancia y protección con mascarilla, fue el decano del cuerpo diplomático, el Nuncio Apostólico, Waldemar Sommertag, junto al secretario de la Nunciatura.
La ceremonia de presentación de Cartas Credenciales es un acto en el que los Jefes de Estado reciben el documento que acredita al portador, como representante del Estado que lo expide. En todos los países del mundo es una actividad individual.
La excepción es Nicaragua, donde Ortega hace todo a su manera, los recibe en grupo y cuando le dio la gana; durante años violentó las leyes de la materia en el área del ceremonial diplomático pues ha seguido ese particular proceder desde que retornó al poder en 2007.
Sin embargo, en 2015 y tras pasar hasta casi un año sin recibir a los nuevos embajadores, lo que provocó malestar entre varios gobiernos, decidió cambiar las reglas. Derogó el Decreto 66-2000 de Ceremonial y Protocolo del Estado y lo sustituyó por el Decreto Ejecutivo 22-2015 que Regula el Protocolo del Estado.
En el pasado, Ortega recibió las credenciales en una tarima, otras en la sala de su casa de habitación; que es también la sede de gobierno y la oficina de su partido, el Frente Sandinista. Otras veces las recibía en la denominada Casa de los Pueblos; construida para servir como oficina del presidente de la República pero él no despacha allí.
Pero en esta ocasión recibió las credenciales de los nuevos embajadores en la plaza de la Campana; que su esposa la vicepresidenta Rosario Murillo, mandó a construir en el centro de la vieja Managua. Tras demoler un triste monumento a los obreros que había erigido la administración de Arnoldo Alemán en el mismo lugar.
También en todos los países la legislación ordena que se entone las notas del himno del país de donde proviene el embajador. Cosa que tampoco se hace en la Nicaragua donde Ortega controla todo; incluyendo esos actos protocolarios que, en Moscú o Teherán, pasando por Santiago o Caracas, tienen la formalidad que la solemnidad de la ocasión indica; y únicamente presentan pequeñas variaciones de forma.
En el acto protocolario Ortega también rompió su propio récord referido a la perorata con la que recibió a los nuevos embajadores. Su discurso duró una hora y once minutos. En los que no desperdició el tiempo para criticar ---como lo había hecho también en la cumbre del ALBA--, principalmente a Estados Unidos. Pero tampoco se escaparon los europeos.
Ortega recordó como lo hace invariablemente cada vez que habla a los caciques Nicarao y Diriangén; a William Walker y Andrés Castro con la fiebre del oro en California y la quema de Granada; a los liberales José Santos Zelaya y Benjamín Zeledón; al conservador Emiliano Chamorro. Mencionó esta vez a David y Goliat; a Sandino y su asesinato; el cambio climático, la madre tierra, las elecciones y el fraude en Estados Unidos.
Se refirió también a las "elecciones" de 1984, las del 90, del 96 y las del 2001. También recordó con nostalgia el modelo de diálogo y consenso que sostuvo con los empresarios del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep).
Con la fingida sonrisa que muestra cuando tiene que hacerlo, mientras su esposa destila alegría y entusiasmo ─especialmente en ocasiones como la de esa noche─ Ortega dio la cara ante representantes de gobiernos que han sido críticos de su régimen.
Representantes de países que lo han denunciado y han respaldado las resoluciones de la Organización de los Estados Americanos (OEA); y en instancias que pretenden velar por el respeto de los derechos humanos. Entre ellas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que reiteradamente ha condenado al régimen.
También representantes de otros países que de forma bilateral han condenado sus acciones, como Chile que lo hizo a través de un comunicado de la canciller; Perú que se manifestó criticando a Ortega; El Salvador, donde su presidente Nayib Bukele ni siquiera invitó a Ortega a su toma de posesión; y hace pocas semanas volvió a criticar a Ortega. También estaba en el acto el Embajador de Francia, cuyo gobierno también ha criticado las violaciones a los derechos humanos cometidas por Ortega. Igual que Colombia, a cuyo gobierno acusó de respaldar a los "golpistas".
Además de criticar, Ortega destacó el premio Nobel otorgado recientemente al Programa Mundial de Alimentos (PMA); y agradeció su apoyo a los damnificados de los huracanes Eta e Iota y cuyo representante también presentó sus credenciales.
Igual que un enviado del Sistema de Naciones Unidas, organización a la que obligó a abandonar el país en 2014; y luego expulsó la misión que él mismo invitó para investigar lo ocurrido a partir de abril 2018, olvidando quizá los recurrentes reclamos y acusaciones de violaciones a los derechos humanos de parte de su régimen.
Ortega agradeció la cooperación bilateral de otros gobiernos y cuyos Embajadores han visitado la Costa Caribe nicaragüense. Para conocer in situ los daños ocasionados por el fenómeno natural. Uno de los primeros en hacer esa visita fue el embajador de Estados Unidos Kevin Sullivan a quien Ortega no mencionó.
Otros embajadores fueron los de Honduras, Rusia y la parcialmente reconocida como República Araba Saharaui Democrática; que hace pocos días el gobierno saliente de Trump desconoció al reconocer la soberanía del reino de Marruecos sobre el llamado Sahara Occidental.
Ortega, que recién cumplió 75 años el 11 de noviembre y que se aferra a su memoria para sus cansados discursos, no estuvo exento de pifias y errores. Uno de ellos fue cuando dijo que el Collin Powell, que fue secretario de Estado entre 2001 y 2005, durante el primer gobierno del presiente George Bush, había venido a Nicaragua en la víspera de las elecciones de 2006. En las que por la división de los liberales logró hacerse del poder con el 38 por ciento de los votos.
Pero quién vino a Nicaragua a finales de octubre de ese año, fue el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld. Que prefirió guardar distancia de las elecciones que se celebrarían pocos días después de su visita; que se realizó en el marco de la VII reunión de los Ministros de Defensa de las Américas celebrada en Managua.
En el reporte de la visita, el medio digital La Voz del Sandinismo titulo su nota: "Rumsfeld adopta un bajo perfil en su visita a Nicaragua". Durante la conferencia de prensa que brindó el secretario de Defensa estadounidense, cuando los periodistas le preguntaron su opinión sobre las elecciones y un eventual retorno de Daniel Ortega al poder dijo: "Yo no me involucro en los asuntos internos de otro país".
Otra de las mentiras de Ortega fue la afirmación de que durante los 16 años en que lideró la oposición, nunca pretendió derrocar a ninguno de los gobiernos: Violeta Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños. Esa afirmación se contradice con publicaciones periodísticas de la época; en las que amenazaba con derrocar (con las armas si fuera necesario), a los gobiernos no-sandinistas, sino aceptaban negociar con el FSLN.
En este reporte de la agencia de noticas AP se le escucha decir: "lo menos que podemos hacer, cuando no queda otra opción, lo menos que podemos hacer, es bajar incluso a balazos a los que están gobernando" afirmó el dictador durante una protesta callejera contra el entonces presidente Arnoldo Alemán; mismo al que en el defendió en su discurso. "Hoy se avergüenzan del doctor Alemán", dijo Ortega.
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