La muerte de 60 mil personas, el contagio de más de un millón y la catástrofe económica que ha provocado la pandemia del coronavirus, han “trastocado” tan bruscamente la dinámica del mundo, que la salud mental de la población está afectada.
Pese a que oficialmente en Nicaragua solo se han reportado cinco casos. Y que desde hace dos semanas, cuando se anunció el primero, el régimen ha intentado que el país siga andando con normalidad. Los nicaragüenses, aún sin estar en contacto masivo con el coronavirus, no se escapan a estos padecimientos. Lo más grave es que este nuevo factor estresante se suma a los que ya enfrentaba la población desde el estallido social de 2018.
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“No sabemos lo que va pasar, no sabemos ni cuándo ni cómo terminará. Es por eso que nos invaden los pensamientos de si nos vamos a enfermar… también está la posibilidad de la muerte. Y está de por medio la estabilidad económica, el temor de perder el empleo, el negocio y todos los proyectos de vida”, dice Javier Barreto, psicólogo del Comité Científico Multidisciplinario de Nicaragua.
A esto, hay que sumarle que los nicaragüenses tienen casi dos años de enfrentar una crisis en la que se han vivido momentos muy estresantes. Por lo que su situación emocional se vuelve más vulnerable.
Durante una pandemia, es normal sentirse triste, estresado, confundido, asustado o enfadado. Además pueden aparecer cambios en los patrones de sueño o alimentación, dificultades para dormir o concentrarse y agravamiento de problemas de salud crónicos. También que se vuelva obsesión pensar en el origen de la crisis, en este caso el nuevo coronavirus.
Entonces, además de tomar las medidas de prevención para evitar el contagio. Es necesario que la población también emprenda acciones para cuidar su salud mental. Incluso, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) considera que deben existir planes de atención, que deberían incluir servicios especializados y otras acciones como consejería.
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Sin embargo, en Nicaragua ni siquiera se conoce un plan para atender la pandemia. Por tanto es la población la que debe velar por su salud mental. Según los especialistas, la mejor manera de hacerlo es ocupando la mente en otras actividades, en lugar de preocuparse. Y también cuidar el cuerpo.
“Desde la perspectiva de la salud mental, una epidemia de gran magnitud implica una perturbación psicosocial… Aunque debe destacarse que no todos los problemas psicológicos y sociales que se presentan podrán calificarse como enfermedades, la mayoría serán reacciones normales ante una situación anormal”,
Estudio Protección de la Salud Mental en Situaciones de Epidemias, de la OPS
Aunque cada persona reacciona de distinta manera, toda la población está expuesta. Sin embargo, los efectos en la salud mental, generalmente, son más marcados en las poblaciones que viven en condiciones precarias, poseen escasos recursos y tienen limitado acceso a los servicios sociales y de salud.
Además, según la OPS los patrones culturales y sociales determinan que hombres y mujeres reaccionen de distinta manera. Los hombres tienden a reprimir las emociones dolorosas, porque expresarlas se interpreta como debilidad. Su respuesta emocional puede ser la ingesta exagerada de alcohol o las conductas violentas.
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En cambio las mujeres tienden a comunicarse más fácilmente entre si, a expresar sus temores y a buscar apoyo y comprensión para ellas y sus hijos.
Los ancianos, con padecimientos crónicos o discapacitantes, que están aislados o carecen de redes de apoyo familiar y social, son más vulnerables. Por tanto, se les debe prestar mayor atención y darles un trato especial explicándoles lo que ocurre, las veces que sea necesario. Si toman medicamentos hay que garantizárselos y estar atentos a cualquier síntoma de enfermedad que presenten.
La clave para enfrentar la crisis es “ocuparse” en lugar de preocuparse. Según Barreto el primer paso es buscar el apoyo social. Este se logra manteniendo el contacto permanente con familiares y amigos, a través de las distintas herramientas que ofrece la tecnología, como teléfonos celulares, redes sociales y otros medios de comunicación. Pero sin sobre-exponerse al exceso de información, porque esta genera más angustia.
“Cuidar el cuerpo también es importante. Hay que tratar de tener una alimentación lo más saludable posible. Mientras se pueda, hacer ejercicio con regularidad, salir a caminar o en bicicleta, obviamente manteniendo el distanciamiento social. Dormir lo suficiente y en la medida de lo posible tener un sueño reparador”.
Javier Barreto, psicólogo del Comité Científico Multidisciplinario de Nicaragua
Y advierte que si esta crisis de salud pública se prolonga en el tiempo las personas pueden comenzar a desarrollar manifestaciones depresivas y se corre el riesgo de que a la larga provoquen graves consecuencias.
Para reducir el estrés, el Centro para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC por su sigla en inglés) aconseja:
El estudio de la OPS explica que los niños pueden responder al estrés de diversas formas. Mostrándose más dependientes, preocupados, enfadados o agitados, encerrándose en sí mismos o mojando la cama.
La respuesta de los padres debe ser:
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El CDC recomienda que las personas con problemas de salud mental preexistentes, continúen con su tratamiento. Además, deben estar atentas a la aparición de síntomas nuevos o al agravamiento de los anteriores y buscar a su médico si esto ocurre. Además, las personas que no han tenido padecimientos previos y el estrés provocado por la crisis les impide seguir con sus rutinas normales durante varios días, deben buscar atención médica. Además, el personal vinculado directamente con la atención de la pandemia, es uno de los grupos más afectados y debe recibir atención especial para evitar daños más graves en su salud mental.
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