Los magistrados del Consejo Supremo Electoral (CSE) que dirigieron las elecciones de 1990, fueron electos en junio de 1989. Para 1990 el CSE estaba integrado por cinco magistrados propietarios con sus respectivos suplentes, como en la actualidad, eran 10 en total, pero la diferencia radica en que en la actualidad son siete los propietarios y solo tres los suplentes.
La otra diferencia era que, al menos de nombre el Frente Sandinista no tenía mayoría en aquel CSE que había resultado electo por la Asamblea Nacional ─controlada como hoy por el Frente Sandinista─. Esto derivado de los acuerdos de Esquipulas II, que entre otras cosas obligaron a Ortega a adelantar las elecciones programadas para noviembre de 1990 a febrero de ese año; pero además dieron pie a negociaciones entre el régimen sandinista y la oposición política interna.
Esas negociaciones no se dieron porque Ortega y los otros ocho comandantes sandinistas "de pronto vieron la luz". Aunque no se puede obviar como factor la inmensa presión ejercida por la Resistencia Nicaragüense, (la Contra) respaldada desde Washington por los gobiernos republicanos de Ronald Reagan y George H. W. Bush desde 1981 hasta 1989.
Sin embargo, es probable que lo que más pesó en esa decisión de adelantar la elecciones fue la necesidad, en sus cálculos, de ganar legitimidad ante "la agresión norteamericana". Pues ya en 1988 el entonces funcionario del Partido Comunista de la Unión Soviética, Boris Yeltsin había llegado a Managua a informarle a los comandantes que no podían contar más con el apoyo soviético.
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Volviendo al CSE, en teoría, de los cinco magistrados propietarios, dos eran del FSLN, otros dos propuestos por la oposición; y uno de ellos notable, aunque de filiación conservadora. Mientras que de los suplentes dos representan al FSLN; dos a la oposición y uno también en su calidad de notable.
La "minoría" del Frente Sandinista era solo en nombre. El órgano electoral era presidido por el abogado sandinista de origen leonés, Mariano Fiallos Oyanguren; quien también lidero la institución durante las elecciones de 1984, y la secretaria general del CSE era Rosa Marina Zelaya, también nombrada por el Frente Sandinista. Entonces las dos posiciones claves de ese poder del Estado estaban controladas por el oficialismo, además que toda la estructura, hasta las Juntas Receptoras de Votos (JRV) eran controladas por el aparato sandinista.
En la actualidad, la Asamblea Nacional ha nombrado una comisión para elegir nuevos magistrados pues los actuales tienen sus períodos vencidos desde abril de 2019. En la Asamblea Nacional, 70 de los 91 diputados son fieles al régimen, y la comisión refleja esa súper mayoría obtenida a través de farsas electorales. Por lo que el resultado de la elección de esos nuevos magistrados no se espera que sea balanceada ni siquiera para guardar las apariencias como en 1990. La composición del CSE en 1990 y al menos hasta abril de 2021 se puede ver a continuación.
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Un factor que no puede ser considerado menor, en el análisis posterior, es el hecho que en 1989, con 21 partidos habilitados para participar en las elecciones de febrero de 1990, catorce de ellos ─de la más vario-pinta ideología─ se juntarían para conformar la Unión Nacional Opositora (UNO). Sin embargo, en aquel momento no era algo que inclinara claramente la balanza en contra de Ortega. Por el contrario, "todo" estaba a su favor.
Más del 90 por ciento de las encuestas lo ubicaban como el seguro ganador de las elecciones de febrero 1990; mientras los pleitos y diferencias a lo interno de la UNO eran públicas. Se peleaban hasta para decidir quién subía o no, a las enclenques tarimas que montaban en los municipios que visitaban durante la campaña electoral que inició en octubre de 1989.
A su favor también estaban la solidaridad europea y de América Latina ─ante quien se vendía como víctima de "la agresión norteamericana". Hoy ese apoyo no existe.
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Las concentraciones de Ortega y su compañero de fórmula ─el escritor Sergio Ramírez─ superaban las que organizaba con dificultad y muchas limitaciones la UNO. Ortega tenía el control total de los medios de comunicación y de todos los poderes del estado. Por lo que en junio de 1989 no vaciló en otorgar a la oposición dividida, dos de los cinco magistrados del CSE y un notable, que no era del FSLN.
Un mes antes de las elecciones, Barricada ─el desaparecido diario oficial del partido de Ortega─ divulgaba que había tres escenarios posibles; y que en los tres el FSLN ganaría.
Pero el resultado de la elección fue diferente. El 26 de febrero a las seis de la mañana, Daniel Ortega reconocía la victoria de Violeta de Chamorro. Ella obtuvo el 54.74 por ciento de los votos y Ortega el 40.82 por ciento; los otros ocho partidos que participaron en la contienda, apenas obtuvieron un poco más del 2 por ciento de los votos.
Los nicaragüenses en 1990 aprovecharon la oportunidad que tenían para emitir su voto a favor de una opción de cambio clara. Fueron varios los factores que animaron a los nicaragüenses a salir a votar masivamente:
Entonces como ahora, el Frente Sandinista trató de minimizar la presencia de los observadores. La magistrada suplente por el FSLN y Secretaria General del CSE, Rosa Marina Zelaya declaró a la revista Envío en su edición de enero 1990: "Los nicaragüenses tienen confianza en ellos mismos. En ningún momento debemos pensar que estas elecciones son supervisadas o supervigiladas; porque esa realidad de la supervisión es parte de la historia negra que tiene Nicaragua. A los observadores internacionales debemos verlos como invitados a presenciar nuestras elecciones y a ser testigos de lo que nosotros estamos celebrando".
Sin embargo, en 1990, después de 10 años de guerra civil, no solo en Nicaragua sino en El Salvador y con una guerrilla izquierdista que llevaba décadas haciendo la guerra a los gobiernos militares de Guatemala, los ojos del mundo estaban sobre la región.
La atención del mundo sobre Nicaragua era tal que Ortega y el FSLN no pudieron reaccionar cuando confirmaron la inmensa ventaja que les llevaba doña Violeta y la UNO ─con solo el cinco por ciento de los votos contados─. No pudieron maniobrar, aunque trataron, porque ya los observadores tenían los resultados claros de su conteo rápido en la mano. Se dice que, ante la renuencia de Ortega a reconocer los resultados en la madrugada del 26 de febrero, el expresidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, y el entonces Secretario General de la OEA, Joao Baena Soares, le habrían dicho: "si usted no sale a reconocer estos resultados, saldremos a reconocerlos nosotros".
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La Organización de Naciones Unidas (ONU) y Organización de Estados Americanos (OEA) examinaron detalladamente cada paso del proceso electoral; y no fueron los únicos organismos observadores, aunque sí los principales. Pues más de 20 grupos provenientes de Europa, América Latina, Canadá y Estados Unidos observaron las elecciones de 1990.
La misión de la OEA fue mucho más amplia. Desde julio de 1989 hasta febrero de 1990, tuvo presencia permanente; lo hizo a través de un grupo de funcionarios que se mantuvo activo en todas las regiones del país.
El otro gran observador fue el Consejo de Jefes de Estado elegido libremente y encabezado por el expresidente de Estados Unidos Jimmy Carter; él fue acompañado por los exmandatarios:
"Esta es una gran fiesta cívica", dijo del proceso electoral la secretaria del CSE, Rosa Marina Zelaya; y añadió "estamos interesados en que participen y observen todos los que quieran. El objetivo del CSE es realizar unas elecciones iguales a las de 1984: transparentes, honestas, limpias y justas; donde haya una verdadera consolidación de la democracia en Nicaragua", dijo en sus declaraciones a Envío la magistrada Zelaya.
Las elecciones de 1990 no iban a ser para nada iguales a las de 1984; cuando la oposición se tuvo que retirar porque las turbas sandinistas ni siquiera dejaban que la Coordinadora Democrática organizara manifestaciones. Esas elecciones donde no hubo oposición real solo hundieron más al país en la guerra y el desastre económico.
Entonces no fue uno, sino una combinación de factores. O para recordar la película de 2004 podríamos decir que para Ortega "una serie de eventos desafortunados", se conjugaron para que el Frente Sandinista perdiera el poder.
Por eso Ortega y su esposa Rosario Murillo ahora tratan a toda costa de que no se combinen. O que ni siquiera existan individualmente los dos factores que garantizarían su derrota en el contexto de 2021: La unidad de la oposición y la observación electoral.
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