El estallido social de abril de 2018 sorprendió a muchos. Sin embargo, un estudio demuestra que el descontento social venía gestándose desde mucho antes y simplemente alcanzó su cúspide. Aunque actualmente la criminalización del derecho a protestar impide que los ciudadanos se expresen libre y masivamente.
Pero todo indica que mientras Daniel Ortega siga dentro del panorama político nicaragüenses, ya sea desde el gobierno o liderando la oposición, el país seguirá convulsionado.
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Incluso, independientemente de que Ortega gane o pierda las elecciones, el controversial proceso electoral previsto por ley para noviembre de 2021, podrían dar paso a una nueva oleada de protestas violentas de gran intensidad. Así lo determina el estudio: Nicaragua en Movimiento: análisis de las protestas 2016-2020, realizado por la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides).
El estudio presentado por el sociólogo Sergio Cabrales y el economista Álvaro López Espinoza, contabiliza 3 mil eventos de protesta registrados entre el 1 de enero de 2016 y el 31 de julio de 2020. Además, incluye la creación del Índice de Intensidad de estas.
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“Es bastante predecible que antes de las elecciones de 2021 no habrá una oleada de protestas como la registrada hace dos años. Las actuales características autoritarias del régimen inhibirían inmediatamente un levantamiento tal como sucedió en noviembre 2019”.
Sergio Cabrales, sociólogo
Los investigadores también advierten, que de mantenerse las actuales condiciones, desde ahora y hasta antes del proceso electoral el riesgo de represión a posibles protestas sería alto. Por tanto, los ciudadanos opositores al régimen tendría miedo y no se sumarían.
Sin embargo, de cara a las elecciones de 2021 el régimen debe elegir entre dos opciones que determinarán el panorama político del país. Una primera opción sería conceder condiciones mínimas aceptables para las elecciones.
Esto sería percibido por la población como el otorgamiento de algunas libertades y propiciaría el resurgimiento de las protestas. Las movilizaciones no solo estarían enfocadas en demandas políticas, sino también sociales y económicas.
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El otro camino es negar las condiciones mínimas para que se realice un proceso electoral competitivo y que la oposición de desvincule de él. En este caso, la persistencia del autoritarismo impediría que se desarrollen acciones de protesta.
De optar por este camino y teniendo en cuenta la presión internacional para forzar una salida electoral a la crisis, la legitimidad de los Ortega-Murillo se debilitaría aún más y la crisis se prolongaría.
En el caso de que las presiones surjan efecto y el régimen conceda las condiciones minimas para la realización de un proceso creíble, Funides plantea tres posibles escenarios:
Cabrales y López explican que estas son proyecciones que surgieron a partir del contexto actual, patrones de movilización de los últimos cuatro años y aspectos determinantes. Entre ellos: la naturaleza represora del régimen, la fuerza de la oposición y el posicionamiento de la población, el sector privado, la Iglesia católica y la comunidad internacional.
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El grado de fragmentación de la oposición también será relevante, pues determinará los resultados de eventuales elecciones. Sin embargo, hay que dejarle espacio a la fuerza de la inercia. Ya que en un escenario critico y próximo al proceso electoral, las presiones podrían obligar a la oposición a comprimirse para ofrecer un candidato único.
“La posibilidad de unificación a pesar de diferencias internas no es descabellada. Pues tiene parangón con las elecciones de 1990 realizadas en el país”, dice Cabrales.
El estudio realizado por Funides y presentado por el sociólogo Sergio Cabrales y el economista Álvaro López Espinoza, señala que en el cotexto electoral y post electoral, también tendrá mucho peso la opinión pública. Ya que las encuestas recientes demuestran que aunque el porcentaje de votantes que rechaza la continuidad del FSLN en el poder es alto, tampoco se identifican con los grupos opositores que lideran la lucha por la salida de Daniel Ortega del poder. Esto supone un gran reto para las alternativas opositoras que tendrán que motivar y conquistar a esos votantes que quieren un cambio.
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