Distopía

Nicaragüenses resignados a que Ortega termine su período

Tras año y medio de crisis sociopolítica y el estancamiento de las negociaciones entre el régimen y la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD), los nicaragüenses parecen estar resignados a que las elecciones presidenciales se realicen hasta en 2021, a tal punto que según la encuesta de septiembre de Cid Gallup, la mitad de los consultados aceptarían que Ortega termine su período en 2021.

Pero de lo que no desisten es de exigir la salida de Daniel Ortega del poder, ya que según los resultados de la más reciente encuesta de la firma Cid Gallup, él se encuentra en su nivel más bajo de aprobación desde su retorno al poder en 2007 y probablemente desde que se mide su popularidad.

En enero y mayo de este año más de la mitad de los consultados rechazaban la idea que Ortega terminara su período; en septiembre ese número cayó más de 25 puntos porcentuales, quizás consideran que ya no hay tiempo para organizar elecciones antes del 2021

Los sube y baja de Ortega

Las reformas electorales y constitucionales aprobadas en el 2000 por el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) redujeron a 35 por ciento el porcentaje de votos necesarios para ganar la elección en primera vuelta; eso sumado a que en la contienda electoral del 2006 los  dos partidos de oposición más importantes no lograron presentar un candidato único, le aseguró a Ortega su retorno al poder con solo el 37.99 por ciento de los votos, después de permanecer durante 16 años liderando la oposición.

“Desde el año 2007, la evaluación de la gestión de Ortega ha pasado por varios niveles y es desde mayo del 2018 donde se muestra un descenso, a tal punto que en la actualidad son más quienes reprueban su presencia como presidente”, explica el informe de Cid Gallup.

Justo antes del estallido social y tras 11 años en el poder, según las encuestas, el régimen estaba en la cima de su popularidad

Fraude del 2008 deterioró aceptación

Ortega comenzó su primer periodo presidencial con un 54 por ciento de aprobación. Esa mala calificación se deterioró tras el fraude electoral municipal del 2008, cuando la proporción de los que decía que estaba haciendo muy bien su trabajo cayó hasta 20 por ciento y el índice de aprobación se descendió hasta menos 29.

Sin embargo, a partir del 2010 su aceptación comenzó a mejorar. Durante el auge del acuerdo petrolero con Venezuela y la consolidación del modelo de diálogo-consenso que institucionalizó con el gran capital a través del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) más de la mitad de los encuestados por Cid Gallup consideraba que estaba haciendo bien sus labores y el índice de aprobación entre en el terreno positivo y se mantuvo dentro del rango del 30.

Eran días en que el paulatino pero constante proceso de minar las instituciones democráticas no se veía como mayor problema.

Artimañas para reelección no afectaron su imagen

Incluso, el resultado de la elección del 2011 a la que Ortega acudió bajo fuertes cuestionamientos luego de lograr que la Corte Suprema de Justicia (CSJ) interpretar a su favor el artículo constitucional que incluía dos prohibiciones para reelegirse, no afectó su imagen y la aceptación siguió mejorando.

Fue hasta en 2016, que los resultados del proceso electoral deterioraron nuevamente la aceptación del mandatario, pero en menor medida que en 2008, ya que el índice se mantuvo en terreno positivo.

Esto, pese a que en dicha elección Ortega optaba al cargo por tercera vez de forma consecutiva, tras lograr que en 2013 la Asamblea Nacional, dominada por el gobernante FSLN producto de los fraudes electorales, reformara la Constitución para garantizarle la reelección definitiva. Además, en dicho proceso, Ortega se hizo acompañar de su esposa Rosario Murillo como candidata a la vicepresidencia.

De la cima al abismo en cuestión de meses

Tras el leve deterioro del 2016 la valoración de su desempeño comenzó a mejorar hasta alcanzar su cúspide. Cerró el 2017 con el 62 por ciento de los encuestados calificando como muy bueno su trabajo y un índice de aprobación de 54, el más alto desde su retorno al poder en 2007.

Pero unos meses después el panorama cambió totalmente. En enero del 2018 el 62 por ciento de los encuestados por Cid Gallup mantenía que Ortega estaba haciendo bien su trabajo y el índice de aceptación era de 50. 

En abril el acuerdo petrolero con Venezuela estaba en su punto más bajo y la alianza que Ortega mantenía con el sector privado se rompió tras la imposición de una reforma a la Seguridad Social que entre otras cosas elevaba el porcentaje de aporte de empresas y empleados, imponía un impuesto a las pensiones y eliminaba el salario máximo cotizable.

La población salió a las calles a protestar contra dicha reforma y el sector privado se plegó a la demanda ciudadana que recibió como respuesta la represión por parte de las fuerzas del orden, grupos paramilitares y simpatizantes del partido de gobierno. Aunque a los pocos días la reforma a la Seguridad Social fue derogada, la crisis había estallado y la nueva demanda era justicia para las víctimas y la salida de los Ortega-Murillo del Poder.

Desde entonces, la calificación inició un descenso que pese a leves fluctuaciones mantiene a Ortega en su nivel más bajo de aceptación desde su retorno al poder en 2007. En la encuesta realizada por Cid Gallup en septiembre solo el 19 por ciento de los consultados califica como muy bueno el trabajo de Ortega y su índice de aceptación cayó hasta menos 38.

En 2021 Ortega iría a elecciones con el nivel más bajo de aceptación

Aunque faltan exactamente dos años, Ortega, además de estar en su punto más bajo de aprobación también ha hundido al país en una profunda recesión, lo que a este momento lo dejaría sin probabilidades de triunfo, siempre y cuando, dicho proceso cuente con las condiciones básicas para garantizar su legalidad.

Puede también leer: Nicaragua, la crisis es el nuevo normal

Uno de cada tres dice que Murillo es quien manda

Además del bajo índice de aceptación, otro problema que enfrentaría Ortega en las elecciones del 2021 es que más de 3 de cada diez nicaragüenses considera que en realidad quien manda es la vicepresidenta y primera dama Rosario Murillo y poco menos de dos de cada diez cree que es él quien manda.

“Rosario Murillo es quien gobierna principalmente, y lo está haciendo mal y muy mal. La idea que se tenía en enero del 2018 cuando había satisfacción con su labor está desapareciendo y, ahora la mitad de sus conciudadanos opina que su gestión es negativa”, dice el informe de resultados de la encuesta de Cid Gallup.

Entre enero del 2018 y septiembre de este año la calificación positiva del trabajo de Murillo se ha reducido en 51 puntos porcentuales; a principios del año pasado el 77 por ciento de los encuestados decía que ella hacía muy bien su trabajo y en septiembre de este año solo el 26 por ciento calificó como bueno su desempeño. Este seria otro punto en contra de una posible reelección para los Ortega-Murillo.

La popularidad de Murillo en cuanto a la manera en que desempeña sus labores se ha desplomado más de 50 puntos en nueve meses.

Ficha técnica

La firma Cid Gallup aplicó su más reciente encuesta entre el 10 y el 20 de septiembre de este año entre 1,203 nicaragüenses, mayores de 16 años y residentes en todo el país que fueron elegidos aleatoriamente. La investigación tiene un nivel de confianza del 95 por ciento y un error de muestreo de más o menos 2.83 por ciento.

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Lucydalia Baca Castellón

Periodista nicaragüense graduada de la Universidad Centroamericana (UCA). Por casi trece años trabajó como reportera de las secciones política y económica del diario LA PRENSA. Ha ganado en dos ocasiones el premio Global Príncipe Alberto II de Mónaco y UNCA sobre Cambio Climático que otorga la Asociación de Corresponsales de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

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