Mientras la mayoría de nicaragüenses hace poco o nada para frenar el deterioro del medio ambiente, la comercialización y exportación de madera se ha satanizado; cada vez que un cargamento transita por las carreteras del país, las redes sociales se inundan de denuncias contra los madereros que están acabando con los bosques.
Incluso, muchas de estas alcanzan a las autoridades a quienes se acusa de ser parte de las mafias que desforestan el país.
Sin embargo, en la mayoría de los casos los cargamentos de madera que a plena luz del día son trasladados a plantas de procesamiento o a los puertos para ser exportados, no son extraídos de bosques naturales, sino de plantaciones forestales cuyo fin es precisamente producir madera para procesarla y comercializarla.
Las plantaciones forestales comenzaron a establecerse en Nicaragua a partir de 2003, cuando estimuladas por los incentivos fiscales que otorga la Ley 462, Ley de Conservación, Fomento y Desarrollo del Sector Forestal, unas 16 empresas, la mayoría extranjeras, invirtieron 120 millones de dólares para sembrar 22 mil hectáreas (30,800 manzanas) de especies en su mayoría importadas (principalmente teca, melina y caoba africana).
El presidente de la Asociación Nacional de Reforestadores (Confor) Salvador Mayorga, explica que las plantaciones forestales son diferentes a los bosques naturales, porque estas se forman con semillas que se ponen en un vivero, de donde se obtienen las plantas que luego se llevan al campo donde se coloca una determinada cantidad de árboles y se espera hasta 25 años para que entren a la etapa de cosecha plena.
“Por ejemplo si se siembran mil árboles por hectárea, a los tres o cuatro años se hace un primer raleo (corte) para eliminar los que tienen malformaciones y los más débiles y para que el resto crezca mejor. A los ocho años, se hace un segundo raleo y a los doce un tercero. Cuando se hace la corta final, de los mil árboles que se sembraron solo hay unos doscientos”, detalla Mayorga.
Los que se cortan en las etapas de raleo se procesan y exportan y no son sustituidos. Los espacios vacíos se dejan para que los árboles que quedan crezcan mejor y es hasta que estos se cortan que se establece una nueva plantación.
“Por eso las plantaciones se establecen segmentadas, es decir hay que invertir para sembrar una cantidad de hectáreas cada año y así garantizar que mientras unas crecen, otras se estén aprovechando”, explica Mayorga.
“Es importante hacer la diferencia entre bosques y plantaciones. Las plantaciones son una actividad legítima, es una forma de producir la madera que necesitamos... para cubrir las necesidades de camas, pupitres para las escuelas y todo lo que se necesite en términos de madera para construcción”, explica Víctor Campos, director ejecutivo del Centro Humboldt.
Para la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides) la gente está confundida porque vincula la deforestación con los madereros y aunque eso ocurrió en el pasado y puede que aún se den algunos casos, ahora la razón principal de la deforestación es el cambio de uso del suelo.
Campos define las plantaciones forestales como la “regulación de un cultivo” que, a diferencia de otros, es de ciclos muy largos, porque por ejemplo para lograr un diámetro maderable en teca se necesitan entre 30 y 35 años. Además, las plantaciones forestales tienen un tratamiento especial y la ley es más flexible para permitir la extracción de la madera y su circulación por el territorio nacional.
Funides considera que no es tan fácil distinguir la madera de bosque de la que se produce en plantaciones, pero pueden servir de referencia: las especies, porque las plantaciones no tienen especies nativas sino foráneas; y el diámetro porque los árboles de bosque generalmente son muy gruesos, en cambio los de plantaciones, por ser todavía muy jóvenes, son muy delgados y también muy rectos.
De acuerdo a los reportes del Centro de Trámites de las Exportaciones (Cetrex) desde el 2013 el volumen total de las exportaciones de madera se ha mantenido relativamente constante y la madera de plantaciones ha venido desplazando a la de bosques. Sin embargo, la caída en el precio promedio de venta ha reducido considerablemente los ingresos que se perciben por el envío de madera al mercado externo.
“Se ve que la cantidad de madera que está exportando Nicaragua no está en correspondencia con las áreas que estamos deforestando. Las exportaciones de madera han bajado en los últimos tres años de alrededor de 12 o 14 millones de dólares a 8 o 10 millones de dólares”, señala Campos.
Pero esto no significa que los bosques no se estén despalando, al contrario, el avance de la frontera agrícola hacia zonas protegidas como la Reserva Indio Maíz y otros territorios de la Costa Caribe Norte y Sur del país, sigue destruyendo la capa boscosa de esa zona, que según el Centro Humboldt es la única del país donde todavía se encuentran bosques en pie con diámetros maderables aprovechables.
Y aunque la madera de bosques tiene muchísimas restricciones para ser extraída y para movilizarse, Campos considera que estas prohibiciones no han impedido que ciertos volúmenes se sigan comercializando, ya que muchas veces es más barato “trabajar en la ilegalidad” y por eso existe un subregistro de la actividad maderera.
“En Centro Humboldt hicimos un estudio para comparar la cobertura de bosque del año 2011 con respecto a la del 2018 y encontramos que 1 millón 400 mil hectáreas de bosque fueron deforestadas durante ese periodo, de las cuales aproximadamente 250 mil hectáreas corresponden con bosques de pino, pero aproximadamente 35 mil hectáreas se deforestaron también en manglares o humedales”, detalla Campos.
Según Campos la deforestación registrada en el periodo mencionado, significa la pérdida de entre el 10 y 11 por ciento de la superficie boscosa que cubre el territorio nacional; y a esta hay que sumarle las áreas destruidas por las quemas agrícolas y los incendios forestales. Solo en 2019, al menos el 20 por ciento de los incendios forestales se registraron en áreas protegidas, principalmente en Indio Maíz y Bosawás.
Nicaragua, según Campos tiene capacidad para procesar solo el 8 por ciento de la madera que anualmente el Instituto Nacional Forestal (Inafor) autoriza que se extraiga; y si las exportaciones de madera de bosque se han reducido y la industria local de madera-mueble está enfrentando problemas de abastecimiento, se desconoce el destino de la madera de las áreas que se están deforestando.
Pro el análisis de Funides determina que el tema de la deforestación no está asociado exclusivamente al uso de la madera, sino para promover un cambio de uso de suelo.
“Mientras el bosque está ahí no se pueden realizar otras actividades, entonces lo talan o lo queman para luego establecer ahí cultivos o pastizales para la ganadería”, dice el análisis.
Fundies coincide con el Centro Humboldt en que la mayor parte de la cobertura boscosa que aún conserva el país se encuentra en las áreas protegidas y las zonas del Caribe Norte y Sur. Entonces, para que resulte rentable invertir en transporte e ir hasta esos sitios a cortar para luego procesar y vender tendría que haber madera preciosa en cantidades que ya no se encuentran.
Otro tema de interés: Memoria histórica, la construcción de la verdad sin impunidad»
Ante la falta de rentabilidad y teniendo en cuenta que la prioridad de estas personas en convertir estos bosques en campos agrícolas, los árboles que talan unos se utilizan para la construcción de cercas en las nuevas fincas, otra parte se guarda para usarse como leña, algunos quedan en el campo y se pudren; y los que estorban simplemente se queman.
Incluso, Funides considera que en algunas zonas del país la industria de madera-mueble ya no se abastece de madera extraída de bosques primarios, sino de fincas, donde se obtiene ya sea a través de la siembra o por regeneración natural.
Los ganaderos agremiados en diversas asociaciones están apostando a contrarrestar esta destrucción, sin embargo, estas solo agrupan al 20 por ciento de los que realizan esta actividad, por lo que no está siendo fácil frenar el daño que se está haciendo a los bosques.
Con colaboración de Ilich Buitrago Aguilar.
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