¿Por qué los sandinistas adelantaron las elecciones en 1990?»
Avil Ramírez
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Factores nacionales e internacionales forzaron a los sandinistas a adelantar ocho meses las elecciones que debían realizarse en noviembre de 1990. Acá te contamos los principales
Mucho se puede romantizar sobre las elecciones de 1990. Pero básicamente tres factores forzaron a la Dirección Nacional del Frente Sandinistas a permitir elecciones realmente libres; en las que los nicaragüenses le propinaron a Daniel Ortega una aplastante derrota que sin duda, aún hoy, le provoca pesadillas.
Estos factores fueron:
- La guerra de desgaste de la Contra la iniciativa Esquipulas II que logró tener una oportunidad, irónicamente, gracias a un error de Estados Unidos.
- La inmensa depresión económica que provocó una de las mayores hiperinflaciones en la historia y
- La "rendición" de la Unión Soviética que daba por perdida la guerra fría con Estados Unidos y entraría en un período de desmoronamiento.
Esquipulas II, la iniciativa centroamericana
Analicemos cada punto: el agua les llegaba hasta el cuello. La cortina de hierro se derrumbaba rápidamente. La presión de la Resistencia Nicaragüense. Que si bien es cierto era menor ante el recorte de los fondos del gobierno de Ronald Reagan; sumaba varios miles de hombres armados que desde las bases en Honduras, no estaban derrotados.
Los esfuerzos del Grupo de Río por hallar una salida pacífica a las guerras centroamericanas habían fracasado. Solo quedaba la iniciativa regional que lideraban los presidentes de Guatemala y Costa Rica, Vinicio Cerezo y Óscar Arias respectivamente. Ellos apostaban a los acuerdos conocidos como Esquipulas II. Firmados por los mandatarios centroamericanos en Guatemala, en agosto de 1987; a pesar del rechazo de los halcones de la administración de Reagan.
Esquipulas II contemplaba la ilusión de sembrar las bases para establecer la Paz Firme y Duradera en Centroamérica. Para ello era necesario el diálogo, la amnistía y la conformación de una Comisión de Reconciliación. Dicha comisión se encargaría de verificar el cumplimento de los acuerdos en cada uno de los Estados. En esa época Guatemala, El Salvador y Nicaragua se encontraban hundidos en interminables guerras civiles,
Los superpoderes debían salir de Centroamérica
La región se había convertido en un tablero para el ajedrez geopolítico de los superpoderes: Estados Unidos y la Unión Soviética. Irónicamente, si Esquipulas II llegó a tener una oportunidad fue porque "los astros" se alinearon a favor de los centroamericanos.
El acuerdo de los centroamericanos contemplaba:
- La necesidad de que cesara el apoyo a las fuerzas beligerantes en los conflictos armados. Es decir, tanto de la Unión Soviética como de Estados Unidos.
- Que no se utilizara el territorio de un estado como base de agresión a otro país.
- El inicio de negociaciones en materias de seguridad, verificación, control y limitación del armamento.
- El tema de los refugiados y desplazados.
- Promover la democracia y
- Quizás lo más importante, un mecanismo de verificación internacional.
Cinco presidentes centroamericanos firmaron los acuerdos de Esquipulas II. José Azcona Hoyo de Honduras y José Napoleón Duarte de El Salvador, eran firmes aliados de Estados Unidos. Mientras que Vinicio Cerezo de Guatemala y Óscar Arias de Costa Rica, que eran los principales impulsores, eran percibidos como independientes. Daniel Ortega representaba un apéndice del comunismo.
El escándalo Iran-contra
Las iniciativas de paz databan desde 1983 con un esfuerzo en la isla panameña de Contadora; que fue impulsado por Colombia, Panamá, Venezuela y México, en la búsqueda de la paz en Centroamérica. Contadora evolucionó en el Grupo de Río. Pero durante la primera mitad de la década de los 80, todas estas iniciativas estuvieron básicamente estancadas.
Lo que movió las fichas fue el escándalo Irán-Contra. Surgido entre 1985 y 1986, debilitando la estrategia de "guerra de desgaste" que impulsaba Washington contra Ortega. El Congreso de Estado Unidos había prohibido a la administración Reagan apoyar financieramente a la Resistencia Nicaragüense, conocida popularmente como "la Contra".
Entonces la administración de Ronald Reagan autorizó secretamente la venta de armas a Irán; que desde 1980 se encontraba enfrascado en una guerra sin avances con Iraq, en ese momento aliado de Estados Unidos. El dinero se usaría para comprar armas para la Contra.
La operación produjo más de 47 millones de dólares, siendo el principal operador el teniente coronel Oliver North. La financiación de la Resistencia se realizó mediante un entramado de cuentas bancarias en Suiza.
A raíz de esta trama organizada en Washington por colaboradores de Reagan, y el destape del complot, la posición norteamericana se debilitó. Eso dio oportunidad al proceso regional impulsado por Cerezo y Arias, y que Daniel Ortega trató de aprovechar para continuar ganando tiempo.
La Resistencia y la "guerra de desgasate"
Para mediados de los 80, la Resistencia Nicaragua, conformada al inicio por simpatizantes del ex presidente derrocado en 1979, Anastasio Somoza Debayle, era una estructura guerrillera. Estaba compuesta principalmente por campesinos; y se había convertido en un dolor de cabeza para la Dirección Nacional del Frente Sandinista. En 1983, esto los obligó a instaurar el Servicio Militar (obligatorio) Patriótico. Al cumplir los 16 años los jóvenes debían enlistarse.
En la Contra era normal ver a niños menores de 15 años empuñando el fusil; en escuadras guerrilleras que se oponían al gobierno de Ortega. Así los refleja el desgarrador reportaje de la Revista Magazine "El sandinismo nos robó la infancia. Los niños de la Contra".
Igual que la guerra entre Iraq e Irán, la de la Contra no avanzaba. Pero tampoco retrocedía. Lo que sí causaba, junto al embargo comercial de Estados Unidos, era una enorme crisis. Esta hundió al país en la depresión económica y la hiperinflación.
También hemos escrito: Nicaragua a punto de entrar a su segunda depresión económica en 35 años
La operación Berta del día de los enamorados
En los años 80 en Nicaragua existían tres tipo de mercados cambiarios: el oficial, cuya tasa era marcada por el Estado; el paralelo, que era legal y fijaba el tipo de cambio en función del mercado, y el mercado negro. La situación económica en 1988 era un total desastre, Nicaragua alcanzó el récord mundial de 33,547 por ciento de hiperinflación.
Ante la incontrolable hiperinflación, el domingo 14 de febrero de 1988, el gobierno sandinista puso en vigencia el decreto 306, Ley de Conversión Monetaria. En él se establecía un cambio de moneda, del "córdoba viejo" al córdoba nuevo". Un artículo de la biblioteca virtual Enrique Bolaños lo describe así:
"Equivalió a una devaluación que es considerada la más alta de la historia de este hemisferio. Al día siguiente, lunes 15, la gente se agolpaba y hacía colas en cientos de puestos oficiales donde podían cambiar el córdoba viejo por el córdoba nuevo, a razón de un córdoba nuevo por mil córdobas viejos, hasta un máximo de 10 millones de córdobas viejos (o sea, solamente hasta 10 mil córdobas nuevos), por familia o empresa. A esto el Banco Central lo llamó "Operación Berta". El resto del dinero que se deseaba canjear quedó en poder indefinido del Banco Central o sin valor en manos de la gente.
El plan hundió aún más a los nicaragüenses y el "córdoba nuevo" casi de inmediato empezó a perder su valor. Aún más rápido que el córdoba "viejo". Las réplicas de ese cataclismo llegaron más allá de la victoria electoral de Violeta Chamorro en 1990. En 1991, el eco de la "Operación Berta" puso la tasa de cambio en 10 millones de córdobas por un dólar. El nuevo gobierno tuvo que sustituir de nuevo la moneda. Así se creó "el córdoba oro", en paridad con el dólar. Esa paridad no duró mucho, pero el nuevo gobierno sí pudo estabilizar la moneda y controlar la inflación.
El mensaje de Boris Yeltsin y la "rendición" de la Unión Soviética
Según la BBC Mundo, Boris Yeltsin entonces alto dirigente del Comité Central del todopoderoso y ahora desaparecido Partido Comunista de la Unión de Repúblicas Soviéticas (URSS), fue el mensajero del reformista Mijael Gorbachov; que le encargó darle la noticia a Daniel Ortega a finales de 1988.
El mensaje era corto y claro, el apoyo de la URSS, llegaba a su fin. La carrera armamentista y la guerra fría habían dejado a la Unión Soviética exhausta. Y para evitar el colapso total, tenían que botar el lastre. Los sandinistas eran uno de los lastres más fáciles de botar. Tras el mensaje de Yeltsin, que en 1991 se convertiría en el primer presidente de la Rusia postsoviética, se adivinaba la rendición de la URSS.
Desgastados, quebrados y sin apoyo, unos meses después de la visita de Yelsin, durante una reunión de países centroamericanos celebrada en enero de 1989 en El Salvador, los sandinistas, a través de Daniel Ortega accedieron a impulsar una serie de cambios constitucionales y adelantar las elecciones. Lo hicieron pensando que el pueblo los apoyaría como en 1984 cuando no tuvieron contrincantes. Pero la guerra, la enorme crisis económica y el servicio militar que llevó a la muerte a miles de jóvenes, les pasó la factura el 25 de febrero de 1990.
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