La semana pasada el Washington Post publicó un artículo que tituló: “Trump, frustrado, cuestiona la estrategia de su administración hacia Venezuela”. Según el Post, el reclamo del presidente Donald Trump a sus funcionarios a cargo de la política latinoamericana, es que le habían dicho que salir del dictador Nicolás Maduro sería relativamente fácil.
Trump tiene razón en reclamar. La estrategia no resultó. El fracaso se explica en dos partes. La primera es que quienes están dirigiendo el plan desde la Casa Blanca son un par de soldados de la Guerra Fría: John Bolton, asesor de seguridad nacional, y Elliot Abrams, el responsable de la política hacia Venezuela. Y aunque con el involucramiento cada vez más evidente de Rusia en el conflicto, este trae recuerdos de la Guerra Fría, Trump no es Ronald Reagan. Eso los chavistas y sus aliados lo saben.
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La estrategia era sencilla, se resumía en cuatro pasos:
1.- Apoyado en la Constitución y una Asamblea Nacional de supermayoría opositora, el opositor Juan Guidó como presidente del cuerpo legislativo asumiría la presidencia interina de Venezuela, ya que Nicolás Maduro había sido reelecto en mayo 2018 de manera ilegítima y fraudulenta.
2.- Tan pronto como Guaidó se juramentara, decenas de países, con Estados Unidos y los más grandes de latinoamérica a la cabeza, reconocerían al líder opositor como presidente.
3.- Los venezolanos se lanzarían a las calles en apoyo a Guaidó, dada la inmensa impopularidad del régimen
4.- Las Fuerzas Armadas no tendrían más opción que seguir al pueblo, deponer a Maduro y reconocer a Guaidó como presidente.
El 23 de enero los pasos 1, 2 y 3 se ejecutaron como reloj suizo. El cuarto paso no llegó. Tampoco se materializó el 23 de febrero el día del famoso “sí o sí” de la entrada al país de la ayuda humanitaria. Y tampoco se materializó el 30 de abril, cuando Guaidó adelantó 24 horas la “Operación Libertad”.
Es más, ahora la dictadura venezolana ha reaccionado con mayor violencia y represión, se ha lanzado contra los parlamentarios sin reparar en su inmunidad, el vicepresidente de la Asamblea está preso, muchos otros en el exilio o escondidos y el único al que todavía no tocan es a Guaidó. ¿Qué ha pasado? Ahora sí podemos entrar a la segunda razón.
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Gonzalo Koncke, el jefe de gabinete del Secretario General de la OEA lo dijo claro el pasado primero de mayo en Conclusiones de CNN en Español: “nos enfrentamos a algo nuevo absolutamente... una dictadura con características no políticas sino delincuenciales”.
Koncke, además de revelar que están confundidos y no saben cómo lidiar con esto, tiene razón; el régimen de Nicolás Maduro no piensa dos veces para asesinar a sangre fría a manifestantes desarmados. En menos de cinco meses en 2019 el régimen ha matado a 55 manifestantes.
Los tentáculos de la dictadura no se limitan a Venezuela, se entrelazan con otros regímenes autoritarios. Para muestra un botón: Tareck El Aissami, cercano a Maduro, fue vicepresidente y hoy es ministro de Industria, sancionado por Estados Unidos y acusado allá por narcotráfico. La semana pasada el New York Times publicó sus lazos con el grupo terrorista sirio Hezbollah, que a su vez tiene lazos con Irán. Solo en esa relación, de Caracas pasando por Damasco hasta Teherán, hay muchas manera de mantener un caudaloso flujo de dinero.
Pero también está la narcoguerrilla colombiana. Hay reportes que afirman que el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se pasea por la mitad de Venezuela. Por ahí hay otra fuente importante de dinero ilegal.
Por otro lado está Turquía —un miembro de la OTAN que juega su propio juego— y que no duda en comprar el oro venezolano, lo que permite a los chavistas mantener otra fuente millonaria de dólares sin que les afecten las sanciones de Estados Unidos. Así que quien piense que el dinero le va a faltar al régimen de Nicolás Maduro, y que las sanciones lo amedrentan, se equivoca.
Por último pero más importante, Cuba. Cuba no da dinero, más bien quita, pero el régimen castrista tiene infiltrado hasta la médula a las Fuerzas Armadas. Cualquier movimiento sospechoso de un regimiento venezolano lo saben antes en La Habana que en el cuartel vecino. Cuba no va a soltar a Venezuela porque sabe que sin su petróleo el régimen cubano viviría serias dificultades.
La dictadura venezolana es parte de un ecosistema que está fuera del alcance de Estados Unidos o Europa. Sus sanciones no les hacen mucho daño. Sus aliados: Siria, Cuba, Irán y Rusia, han sobrevivido y progresado como regímenes dictatoriales a pesar de las sanciones de Estados Unidos y Europa. ¿Por qué Venezuela no?
La cúpula militar venezolana no está exenta de todo el enredo descrito arriba. Es cierto que la infiltración cubana hace casi imposible una conjura, ¿pero, qué incentivo tienen? Son millonarios gracias a ese universo paralelo que Estados Unidos no ha podido controlar; y son responsables de las violaciones a derechos humanos, torturas y muertes del chavismo.
¿Van a abandonar los militares venezolanos a sus socios de 20 años por un dudoso acercamiento con Estados Unidos, un país menos “seguro” desde su perspectiva? Pues el presidente de hoy y sus políticas no estarán después de unos cuantos años. Para ellos son más confiables el castrismo, Al Assad y los Ayatollahs tienen 60, 50 y 40 años de estar en el poder y ahí van a seguir un buen rato más.
No hay seguridad ni incentivo para que los militares venezolanos se animen a formar parte del plan Guaidó.
En Venezuela hay muchos políticos opositores valientes, pero como en Rebelión en la Granja de George Orwell, hay unos más valientes que otros. Uno de los más valientes, y más inteligentes es María Corina Machado, quien lleva años plantándole cara al chavismo.
Machado, en entrevista a la BBC desde su oficina en Caracas dijo lo siguiente a raíz de la última intentona: “las democracias occidentales tienen que entender que un régimen criminal solo saldrá del poder ante la amenaza creíble, inminente y severa del uso de la fuerza”.
Frase clave “amenaza creíble e inminente”. O sea, ni siquiera está hablando de una invasión real, pero según ella, lo único que “incentivaría” a los militares a darle la espalda a Maduro es saber que no hay mañana.
Sin embargo, al menos por ahora, según el Washington Post, el mensaje claro desde la Casa Blanca es que “Trump no se inclinaría por ningún tipo de intervención militar en Venezuela”. Por eso no ha caído Nicolás Maduro.
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