En julio de 1977 Anastasio Somoza Debayle de 51 años almacenaba 265 libras de peso en sus 6 pies y 2 pulgadas de altura, cuando llegó uno de los “imponderables” de los que tanto hablan los políticos criollos. El “hombre” se infartó. Pero no fue letal como en el caso de su hermano Luis quien murió en 1967 a los 44 años.
Después del infarto sufrido por Somoza Debayle, hubo mucha especulación en las filas del somocismo. Nicaragua: El terremoto personal de Somoza, tituló el diario español El País en un descriptivo panorama de esos momentos en el que ponía al hijo mayor de Somoza y al hermanastro del presidente, José Rodríguez Somoza, como posible sucesores.
El heredero natural, desde el punto de vista dinástico, era Anastasio Jesús Somoza Portocarrero aunque estaba "muy verde". Legalmente tenía el impedimento de ser pariente del presidente en primer grado de consanguinidad. Pero esquivar ese obstáculo, nunca fue problema para su papá ni para su abuelo. Ambos, encontraron supuestos opositores que les ayudaron a allanar ese obstáculo.
Al primogénito, que el pueblo bautizó como "el chigüín", su papá le entregó a muy temprana edad el manejo de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI). Además, hábilmente había establecido con apoyo de Fernando Agüero, que la edad mínima para ser candidato presidencial era 25 años. El mayor Somoza Portocarrero ya tenía 26. El rápido ascenso de Somoza Portocarrero causaba molestia entre la oficialidad de la Guardia Nacional "con el no disimulado apoyo del hermanastro José", dice en su artículo El País. Sin embargo, hábilmente, José R. Somoza, como se le conocía, no movió un dedo al conocerse del infarto.
No todos fueron tan cautos. Según el historiador Bayardo Cuadra había otro personaje que se consideraba heredero. Ante la posible muerte de Somoza Debayle, el presidente del Congreso Nacional y farmacéutico somocista Cornelio Hüeck, dijo que él era su sucesor natural, y no fue un comentario sin fundamento, pues al no haber vice presidente, el sucesor era el presidente del Congreso. Pero Tacho sobrevivió al infarto y cuando supo del comentario de Hüeck, no le hizo ninguna gracia y la insinuación le costó caro.
La situación actual no es del todo diferente. Con un Ortega de 74 años, la idea de su sucesión tiene a varios tomando posición, como se puede leer en este artículo.
En 1974, bajo la proclama "No hay por quien votar", nació la Unión Democrática de Liberación (UDEL). Comparando, podríamos decir que se asemeja a la Alianza Cívica de estos tiempos. Entre sus dirigentes algunos sobresalían, pero ninguno era el líder. Ni siquiera Pedro Joaquín Chamorro, que desde La Prensa combatía a la dictadura diaria y ferozmente.
También estaban los pactistas. Desprestigiados pero ocupando cargos en el Congreso, magistraturas y otros puestos en el Estado, Los conservadores estaban divididos entre los pactistas y quienes denunciaban el kupia-kumi
Más de 40 años después, en esta clasificación si quisiéramos hacer la comparación, sería entre Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y los pequeños partidos satélites. El PLC ocupa cargos en el Estado y no los abandonan para “no perder los espacios”. Están en la Asamblea Nacional, la Contraloría, la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Supremo Electoral y otros. Los partidos satélites tienen cuotas mucho más pequeñas.
Los sandinistas también estaban divididos y los pleitos entre ellos eran a muerte. Según la Bitácora Marxista-Leninista “Las discrepancias y la creación de las tres tendencias”.
Lo que ocurría era que: “la Tendencia Proletaria (TP), con postulados clásicos del marxismo, planteaba la necesidad de politizar prioritariamente a la clase trabajadora urbana y rural, constituyendo la vanguardia del proceso revolucionario. Nació en 1975 y quiso diferenciarse de la Guerra Popular Prolongada (GPP), influenciada por las teorías de Mao Zedong. La última fracción surgió en 1976 y fue conocida como Tendencia Insurreccional o Tercerista. Esta sostuvo la idea de la vía armada con centro en las ciudades para tomar el poder. Además, pensaban que los trabajadores urbanos y rurales y el campesinado presentaban profundas debilidades para constituirse como sujetos revolucionarios. Esto los llevó a potenciar una mayor incorporación de la pequeña burguesía».
El 10 de enero de 1978 ocurrió el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro que encendió la chispa que no se apagó hasta que Somoza Debayle huyó del país el 17 de julio 1979. El asesinato de Chamorro adelantó las cosas. El dictador confió torpemente en que su servilismo con los Estados Unidos sería suficiente para permanecer en el poder. Pero al final, como dice la canción del artista nicaragüense Hernaldo Zúñiga, Todo se derrumbó.
Para agosto de 1978 oposición transitó a un experimento aún más amplio. Se formó el Frente Amplio Opositor (FAO), integrado por UDEL, los conservadores pactistas y el FSLN a través del Grupo de los 12. Incluso, elaboraron un Programa de Gobierno. En el esfuerzo participaron quienes jamás pensaron que se podían juntar para enfrenar al debilitado Somoza. Sin embargo, en el afán de lograr una oposición unida, fuero incluidos grupos que tenían interés en hacer fracasar el proceso por tener su propia agenda.
Los que se juntaron en el FAO fueron: Unión Democrática de Liberación (UDEL) conformada por el Partido Liberal Independiente, Movimiento Liberal Constitucionalista, Acción Nacional Conservadora, Partido Socialista Nicaragüense, Central de Trabajadores de Nicaragua, Partido Conservador Auténtico, Partido Social Cristiano Nicaragüense, Partido Conservador Demócrata, Confederación de Unificación Sindical y el Movimiento Democrático Nicaragüense.
A UDEL se unieron los conservadores pactistas que estaban co-gobernando en minoría con el somocismo en el Partido Conservador de Nicaragua; y el Grupo de los 12, que era el rostro civil de la pragmática tendencia tercerista, que fue el grupo más hábil de los marxistas armados.
Pocas semanas después se produjo el asalto al Palacio Nacional por una de las tendencias del FSLN. En la acción se liberaron los 50 presos políticos que en ese momento guardaban prisión en las cárceles del somocismo. Sin embargo, el impacto más fuerte fue el duro golpe propinado a la dictadura al atacarla en su corazón. La toma del Palacio catalizó el apoyo a la salida violenta y esta fue tomando forma. Impulsada además por la represión de la Guardia Nacional contra la juventud que poco a poco se fue incorporando a la guerrilla urbana. Especialmente al registrarse los ataques en León, Chinandega, Estelí, Matagalpa y Masaya a mediados de septiembre de 1978. La EEBI de Anastasio Jesús debutó con sus “operaciones limpieza”.
Somoza hizo intentos de negociar. Impulsó un plebiscito negociado con la comisión amistosa impulsada por EEUU en la Organización de los Estados Americanos (OEA). Hasta ofreció legalizar a algunos partidos políticos, que siempre les impidió participar en los procesos electorales.
Cuando parecía que prevalecería la cordura y la salida sería cívica, el FSLN inició una campaña alegando que la FAO y UDEl, querían un “somocismo sin Somoza”. Por lo que se rompió toda negociación. Ese esfuerzo de unidad, donde se juntaron los del FSLN con los conservadores pactistas y los opositores independientes, hay quienes la comparan con la actual Coalición Nacional. Y si por la víspera se saca el día…
En marzo de 1979, como reporta El País, las tres tendencias del FSLN se unificaron. Alentados por su mentor, Fidel Castro, y con el respaldo de los presidentes de varios países. Entre ellos, Carlos Andrés Pérez de Venezuela, José López Portillo de México, Rodrigo Carazo Odio de Costa Rica y Omar Torrijos de Panamá.
Llegamos a 2020 en dictadura y con una oposición tan divida como en 1978. La mayoría del pueblo nicaragüense desea que Ortega salga del poder, pero estos son otros tiempos. A diferencia de la situación en que se encontraba Anastasio Somoza, Ortega no enfrenta una oposición armada, y no ha brindado el mínimo de apertura para una negociación sincera y real. Tampoco la comunidad internacional actúa de la manera decidida que lo hacía en los años 70.
Nadie desea más violencia, pero para que la salida cívica sea una realidad, la oposición debe presentar una dirigencia sólida y unida, con un plan a la altura de los tiempos. Eso sin duda animará a la comunidad internacional a dar un apoyo más claro a la oposición que termine por doblar el brazo, si no de Ortega y su familia, sí de muchos de los que lo rodean.
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