Mientras el régimen anuncia que el año pasado la llamada "economía creativa" que promueve creó más de 58 mil empleos entre pulperías, ventas de pollo asado, barberías y talleres, el verdadero motor de la economía, el sector agropecuario, enfrenta múltiples amenazas.
Lo que ahora se conoce como "economía creativa" no es más que el cumplimiento de la promesa (o amenaza) del dictador Daniel Ortega de llevar al país a la "economía del gallopinto", basada en fomentar el sector informal.
Ortega anunció la "economía del gallopinto" cuando empezaba a enfrentar el rechazo y aislamiento de la comunidad internacional por la sangrienta represión con la que aplastó la Rebelión de Abril.
En febrero del año pasado, cuando analizamos esa propuesta en el artículo ¿Hacia dónde nos lleva la economía del gallopinto? nos preguntábamos ¿Se puede sostener la economía concentrándose en el sector informal?
De entrada ─dijimos─ esa visión, que se está adoptando más por razones políticas que económicas, presenta varios problemas:
1- Pese a que el sector informal en realidad genera gran parte del empleo del país, las unidades económicas ofrecen apenas condiciones precarias de subsistencia;
2.- No aportan significativamente a la recaudación de impuestos, que son los que financian el presupuesto de gastos del Estado (en el caso del reducido porcentaje que está inscrita ante el Fisco);
3.- No aportan a la Seguridad Social;
4.- Y tampoco generan divisas a través de exportaciones.
Con el informe de Rosario Murillo presentado en diciembre (y que medios oficialistas desempolvaron esta semana), podemos ver que en gran parte, el "estímulo" va al sector servicio informal: “Son pequeños y medianos negocios, misceláneas, venta y reparación de celulares, son los negocios de los humildes que sostienen la economía y que van prosperando por mucho que los astrólogos de la desgracia digan que todo está peor", dijo Murillo en diciembre.
El problema es que esos negocios en realidad no "sostienen la economía" si esta no está generando empleos productivos que puedan consumir lo que estos emprendimientos ofrecen.
Mientras el régimen celebra los logros de su "economía creativa", que no es más que la gente tratando de sobrevivir al desempleo, la principal preocupación de los productores agropecuarios, el sector que representa el 14 por ciento del PIB, es la incertidumbre que envuelve el nuevo ciclo que comienza en mayo ya que enfrentan alzas, mayores impuestos, escasez de financiamiento y la falta de una política realista para el sector.
“Los más grave es que para el ciclo agrícola 2020-2021 hay una total incertidumbre. Porque en el que está terminando los productores apenas sacaron los costos. Entonces, si los bancos siguen restringiendo el financiamiento no se podrá sembrar”, asegura Danilo Cortez, secretario ejecutivo de la Asociación de Agricultores de León (ADAL).
Para Cortez, los constantes incrementos en los costos de producción, en la tarifa del servicio de electricidad y en el precio de los combustibles, tienen desanimados a los productores.
Según cálculos de la Unión de Productores Agropecuarios de Nicaragua (Upanic) en el ciclo que está por concluir, el sector enfrentó incrementos en los costos de producción provocados por alzas de:
Gran parte de estas alzas han sido asumidos por el productor, ya que incrementar los precios les harían aún más difícil colocar sus productos.
Este sector es el único generador de empleo rural y sustento de las exportaciones. En la lista de de los veinte principales productos de exportación del país, solo el oro y el ron no son aportados por el sector agropecuario, que el año pasado generó alrededor del 70 por ciento de los 2,778 millones de dólares que el país percibió por la colocación de sus productos en el mercado internacional.
Estos incrementos en los costos de producción han afectado a todo el sector agropecuario. Pero en algunos casos el daño es mayor. El sector ganadero -que con sus más de 650 mil empleos permanentes hace palidecer el supuesto logro reportado por Murillo, tiene que enfrentar las consecuencias de las políticas públicas recesivas y además la inseguridad.
“Por ejemplo, en el sector lácteo el productor tiene que sacar la leche de la finca todos los días, entonces el alza en el precio de los combustibles le afecta más que a otros. Otro elemento, es que después de sacarla de la finca, la leche tiene entrar a la red de enfriamiento. Entonces las alzas en la factura de energía los ha golpeado fuertemente”, explica el vicepresidente de Upanic, Álvaro Vargas.
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Y mientras en las ciudades la Policía Nacional patrulla intensamente las calles en busca de "piquetes exprés" o una bandera azul y blanco invertida, los ganaderos enfrentan el incremento del abigeato y sus nuevas formas. Según Vargas, en la zona de Chontales una nueva modalidad es que no se llevan las reses, sino que las destazan en la finca para llevarse la carne.
Pero el sector ganadero no es el único. El sector cafetalero está enfrentando serios problemas porque además de las dificultades antes señaladas, debe lidiar con los bajos precios en el mercado internacional. Oficialmente en el país hay 44,500 cafetaleros, un rubro que genera 300 mil empleos, cinco veces más que lo generado, según el régimen, con su "creatividad".
A las afectaciones generales que deben enfrentar los productores se suman otras particulares. Por ejemplo, los efectos de la crisis sociopolítica han pasado factura a los productores de hortalizas. Ellos reportan:
El Plan Nacional de Producción del ciclo 2019-2020 contemplaba la siembra de 13,900 manzanas de hortalizas, pero de esa cantidad solo se sembró la mitad. La merma ha sido provocada por la caída en la llegada de turistas, ya que los hoteles y restaurantes son los principales compradores.
“Adicionalmente, las afectaciones económicas que enfrentan las familias, también han contribuido a reducir el consumo de hortalizas. Porque cuando no hay dinero lo que se asegura es el gallo pinto, no la ensalada”.
Álvaro Vargas, vicepresidente de Upanic
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Según Adal y Upanic, entren los productos agroexportables los menos afectados fueron el maní, el ajonjolí y la caña de azúcar.
En el maní, la falta de financiamiento provocó la reducción del 18 por ciento las áreas de siembra. El plan de producción contemplaba sembrar 68 mil manzanas, pero de acuerdo a los cálculos gremiales solo se sembraron 55,400 manzanas.
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Para Vargas, “todo esto se ha traducido en una reducción del empleo rural, ya que al dejar de sembrarse o reducirse las áreas, el productor contrata menos mano de obra. Y con esto hay que tener mucho cuidado porque la actividad agropecuaria es la única fuente de empleo rural”, señala.
Pero jugar con la economía por razones políticas no solo es peligroso para el sector agropecuario. La falta de de confianza, el clima de represión y la ausencia de políticas nacionales que estimulen en realidad la producción están causando una pérdida de tal magnitud en el bienestar económico de los nicaragüenses, ya lo han dicho expertos, tomará una década que el país se recupere.
El régimen Ortega-Murillo anunció que este año se aprobará una nueva reforma fiscal, enfocada en las exoneraciones y exenciones. Álvaro Vargas, vicepresidente de Upanic, advierte que tras las afectaciones provocadas por la reforma de febrero de 2019, el sector agropecuario no aguanta un nuevo golpe. “El agro es uno de los pilares de la economía que todavía se está tambaleando y no aguanta una reforma más. Además, no sé que más le pueden hacer si ya le quitaron todas las exoneraciones, qué otro golpe le pueden dar. Sería una medida muy cortoplacista querer sacar recursos de un sector que podría dejar de ser rentable”, advierte Vargas.
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