En el andar de la vida, con los años uno va aprendiendo a valorar los riesgos o probabilidades de que algo ocurra; y con base en eso toma sus decisiones. Cuando uno recolecta datos y evidencias, aunque sean anecdóticas, puede imaginarse el escenario y prepararse para enfrentarlo.
El no conocer la situación, te impide valorar qué puede pasar y el riesgo de que algo pueda ocurrir aumenta. Muchas veces tu instinto te lo advierte; sin embargo esto puede funcionar para posibles accidentes, asaltos u otros. Pero no para visualizar algo invisible como el virus que produce la Covid-19.
El escenario que puede provocar el coronavirus solo puede visualizarse con la información que por ley los Gobiernos están obligados a divulgar. Con dicha información te pueden alertar ante inminentes peligros, darte información del riesgo y recomendaciones para disminuirlo o evitarlo. Advertencias similares a las que se emiten en zonas de peligro ante la llegada de fenómenos naturales como huracanes; o plagas en los cultivos, posibles inundaciones durante la temporada lluviosa y réplicas de temblores o terremotos. La salud no es la excepción.
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Pero no solo los gobiernos están obligados a divulgar información. También los ciudadanos tenemos que compartir información sobre el riesgo o la probabilidad de que algo ocurra. Igual que cuando por ejemplo decimos: "mire papito no se le ocurra pasar por esa calle porque lo asaltan". Con esa sencilla pero valiosa información, el advertido modifica su ruta y evita el riesgo, tal como se debe hacer con las enfermedades y accidentes.
Sabemos que en Nicaragua, como en el resto del mundo aún no termina la epidemia de la Covid-19. Durante el 2020 ya vivimos la triste y traumática experiencia de la primera ola. No podemos olvidar que esta se caracterizó por la espera infructuosa en los portones de los hospitales, los entierros express y la desinformación.
Debemos tener presente que los eventos muchas veces se repiten; ignorar lo que pasó provocaría enterrar en la memoria algo que debe permanecer vivo, para alertarnos y cuidar nuestra salud.
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Ahora estamos en una segunda ola. La cantidad de personas contagiadas, pacientes complicados, fallecidos y sobrevivientes con secuelas aumenta cada día. Pero no crece nuestra valoración del riesgo y por tanto nuestra conducta y práctica no se corresponde con la realidad; la falsa seguridad predomina y esa actitud nos lleva al desastre que estamos viviendo.
Pero ¿Cuándo estoy en riesgo?
Estas en riesgo cuando:
Insisto, estás en riesgo cuando no ves el precipicio por donde vas a caer o la luz roja donde te vas a accidentar. También, al ignorar la información que te brindan los profesionales de la salud; ya sea porque no querés tomar en serio esta enfermedad o porque tu fanatismo político te lo impide tomarla en serio, aunque se te haya muerto un pariente por ella. Entonces:
¿Qué esperas para cambiar?
¿Cuántos miles de personas deben morir para que valorés que el asunto va en serio?
*El autor es médico epidemiólogo de la Clínica Docente Ciudad Sandino
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