Por donde voy, siempre escucho la misma queja. La cosa está muy, pero muy mal. Además de la pandemia, para la mayoría de los nicaragüenses los problemas económicos son agobiantes. Justamente conversaba con alguien que antes del 2018 trabajaba como guía turístico en el Volcán Masaya. Dice que llegaban bastantes turistas y le estaba yendo bien. Tenía proyectos de vida y aunque enfrentaba algunas limitaciones iba avanzando. Educando a sus hijos y construyendo su vivienda. Sus sueños se iban realizando. Pero todo se fue al carajo. Ahora está desempleado y no sabe cómo volver a la normalidad que tenía antes.
Para que los nicaragüenses tengamos una vida normal, es necesario que existan empleos dignos y seguros, que permitan concretar las aspiraciones materiales que todos tenemos. Para que existan esas fuentes de empleo debe haber empresarios: pequeños, medianos, grandes, comerciantes, agricultores, industriales y otros más, que los generen. Para que los empresarios creen esos puestos debe haber inversión directa, ya sea nacional o extranjera. Para que la inversión se concrete, es necesario que los inversionistas crean en Nicaragua. Que vean al país como un destino donde sus negocios rendirán frutos, sobre todo si son inversiones a largo plazo.
Para que todo lo anterior ocurra, Nicaragua debe ser un país estable, donde impere la ley, el orden, la institucionalidad y la democracia. Obviamente con la dictadura actual, no ocurre nada de lo que he mencionado, entonces nadie querrá invertir. En resumen, mientras no transitemos hacia la democracia, no habrá cambios que beneficien a la mayoría de los nicaragüenses.
Juan Sebastián Chamorro, director ejecutivo de la Alianza Cívica
De hecho, la falta de libertades democráticas y de estabilidad política es lo que nos mantiene como uno de los países más pobres del hemisferio. Lamentablemente, esa ha sido por años nuestra normalidad.
Entonces, ¿por dónde comenzamos a buscar la fórmula para que, de aquí en adelante, todos los nicaragüenses prosperemos? Lo primero que debemos hacer es definir y estar claros de hacia dónde queremos ir y qué queremos cambiar. Por lo general, estas aspiraciones se reflejan en lo que se llama Plan de País o Plan de Desarrollo.
En Nicaragua se han elaborado varios, algunos muy buenos otros no tanto. Uno de los primeros se hizo por encargo del Banco Mundial, en 1952 durante el gobierno de Somoza García. Incluía entre otras cosas, la construcción de la carretera Panamericana, otra al Caribe y el puerto de El Rama. También, dragado de canales en la Costa Caribe, modernizar puerto Corinto, instalar sistemas de riego alrededor del Lago de Nicaragua, modernizar el ferrocarril, ampliar la telefonía en Managua, entre otros proyectos. Su ejecución costaba unos 23 millones de dólares de aquella época, unos 250 millones de dólares actuales.
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Como economista me tocó trabajar muy de cerca con don Enrique en la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo. Este es quizás uno de los más ambiciosos entre los que hemos tenido y condujo la política pública por varios años. Contemplaba desarrollar industrias o conglomerados clave. Bajo sus lineamientos se desarrollaron el turismo, la manufactura, la producción de carne, la pesca, y plantaciones forestales entre otros. El resultado fue que en los primeros seis años las exportaciones se duplicaron.
En esa época tuve la dicha de recorrer Nicaragua. Expusimos el Plan y sus proyectos de inversión en cada departamento y municipio. Desde el Sistema Nacional de Inversiones Públicas, donde era director, creamos oficinas en la mayoría de los departamentos. Para que de acuerdo a sus necesidades, los territorios diseñaran los proyectos.
Algunos de los proyectos como la carretera Acoyapa-San Carlos-Las Tablillas, de la que iniciamos su diseño en aquella época, eran de carácter nacional. Otros, como la perforación de pozos e instalación de sistemas de agua potable en comunidades aisladas, eran más sencillos pero igualmente importantes. Fue un buen momento de trabajo y colaboración entre el Gobierno central y autoridades locales. En lo personal me ayudó a conocer y entender necesidades de la población en cada uno de los departamentos y municipios. Pero sobre todo a aprender de la importancia de tener un plan y ejecutarlo con la participación de todos.
En esos años, entró en vigencia la Ley de Transferencias Municipales que les otorga a las Alcaldías una importante cantidad de recursos para ejecutar proyectos. Hoy en día las Alcaldías son la segunda instancia inversionista en el Estado, seguidas por el Ministerio de Transporte e Infraestructura (MTI). De ahí el interés de la dictadura de robarse las elecciones municipales para mantener el control de ellas.
En la nueva Nicaragua, esa forma de trabajo en la que todos participemos, debe regresar. Un modelo de colaboración conjunta entre el Gobierno central, municipios, sectores sociales y productivos, todos aportando ideas para desarrollar cada uno de los territorios. Esto garantizará el crecimiento del empleo y la mejora en los servicios de salud y educación, infraestructura y todos los elementos que componen un verdadero desarrollo sostenible.
Fueron años de participación ciudadana, en la que en el país se iba construyendo un plan. Pero en 2007 llegó la dictadura y acabó con todo porque “eran ideas neoliberales”. Lo que querían era implementar su propia narrativa basada en el culto a la personalidad y el proyecto de consolidación de su dictadura. Los resultados están a la vista: destrucción de la economía, pérdida de empleos y más pobreza.
Ahora toca definir un nuevo plan, en el que nos juntemos y participemos todos. Uno que si bien podrá sufrir las modificaciones propias de todo proyecto de este tipo, enrumbe al país en esa senda de prosperidad que tanto hemos eludido.
Los planes nacionales son más que un documento escrito por especialistas y consensuado entre la sociedad. Son guías para que los diferentes sectores de la sociedad, cada uno desde sus posiciones, contribuyan a la prosperidad de los países. Con visión compartida para que todos los ciudadanos puedan hacer realidad sus aspiraciones, planes y deseos familiares y sociales.
Aspiraciones que haciendo a un lado nuestras diferencias, debemos anteponer y juntar en una sola. Para que salgamos adelante como país y podamos, de una vez y para siempre, entrar en la senda del desarrollo y vivir en paz.
Debemos tomar muy en serio las necesidades que enfrenta la mayoría de los nicaragüenses, que como el guía turístico, ahora están desempleados. Como el comerciante, el pequeño, mediano y gran empresario, el agricultor, en fin, todos necesitamos tener un mejor futuro, con seguridad y prosperidad para retomar el camino hacia la consolidación de nuestras metas y sueños.
Pero el tránsito hacia la normalidad empieza con la devolución de los derechos confiscados por la dictadura y la democratización del país. Una vez que hayamos recuperado la libertad, el Plan de País, será el mapa que nos guíe en el camino hacia la prosperidad y el desarrollo sostenible, sin exclusiones de ningún tipo, para que garantice la convivencia pacífica entre todos los nicaragüenses.
En las próximas entregas iré esbozando los aspectos específicos que deberá tener este plan, en lo económico, social, ambiental, político e institucional.
Texto original en el blog: https://juansebastian.ch/
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