Monólogo

Dos años en la lucha y seguiremos hasta lograr el cambio

Miércoles 3 de mayo del 2018.  Eran las 5:30 de la tarde y mientras conversaba con dos amigos sobre los acontecimientos del día, recibí una llamada que me cambió la vida. La ola de protestas seguía creciendo y el Diálogo Nacional comenzaba a tomar forma. Los organizadores estaban definiendo a los participantes y faltaba por llenar una de las sillas otorgadas al sector privado.

La llamada era de un miembro de la junta directiva de FUNIDES (Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social). Al ver su nombre en la pantalla del teléfono sospeché  de qué se trataba.  Respiré profundo, como sabiendo por dónde venía el asunto, tomé el teléfono y contesté.  El mensaje fue simple: “Juan, como sabes, hay una silla disponible en la mesa y queremos proponerte para que nos representes como parte del equipo del sector privado”.  Le agradecí diciendo que lo tenía que consultar con mi familia. 

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En los días anteriores a la llamada, estuve involucrado de lleno en el tema del diálogo. Por tanto, la propuesta no me sorprendió.  Después de las consultas, tampoco fue difícil tomar la decisión, aunque esta implicara un cambio radical en mi vida.  De economista, analista y director ejecutivo de FUNIDES, pasé a ser miembro de una mesa de negociación política.

Muchos pensaron que de esa negociación saldría la solución a la crisis y que todo se resolvería en cuestión de semanas. Sin embargo, yo tenía claro que sería una dura y prolongada batalla.  Aún así, decidí asumir el riesgo. Por lo justa y necesaria que era y sigue siendo esta tarea, me involucré de lleno en ella.

Tarde o temprano las dictaduras caen

A 75 días de iniciadas las protestas, publiqué un escrito que muchos criticaron porque decía: “Quien pensaba que cambiar un régimen, consolidado al poder como ningún otro en la historia de Nicaragua, era posible en cuestión de días, era un romántico o simplemente no entendía a quien nos estábamos enfrentando”.

Una de las críticas más benévolas a mi comentario fue que estaba desmotivando a la gente. Me decían que el triunfo llegaría pronto y que no debía escribir esas cosas. Pero mi conocimiento de la historia y mi convencimiento de la brutalidad de las dictaduras, desde el inicio, me hicieron ver lo compleja que sería esta lucha. Probablemente por tener esta visión –en estos dos años– no he perdido la esperanza ni un solo día. Sigo convencido de que tarde o temprano las dictaduras caen y la que tenemos en Nicaragua no será la excepción.

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Este ha sido un largo viaje. Dos años llenos de experiencias, unas demasiado dolorosas, otras muy gratas, pero todas aleccionadoras.  Celebro sobre todo a los nuevos amigos.  Haber contestado aquella llamada del 3 de mayo de 2018 y asumir un reto de esta magnitud, ha sido la mejor decisión que he tomado. No me hubiera perdonado quedarme como espectador. Viendo desde mi posición de ejecutivo, como la dictadura inhumana primero mató y ahora, por la pandemia, deja morir al pueblo.

Hace exactamente dos años, organizaciones y personas con orígenes muy diversos, nos unimos para crear la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. Organización que nos unió para plantarnos frente a la dictadura Ortega-Murillo, y buscar una salida negociada a la crisis sociopolítica. 

Sin Diálogo no habría entrado la CIDH ni la OACNUDH

La Alianza evolucionó para convertirse en una institución sólida, que reclama democracia, libertades plenas, excarcelación de los presos políticos, retorno de los exiliados y mejoras de las condiciones de vida de toda la población.  Sus integrantes, como muchos otros hermanos nicaragüenses, hemos sido víctimas de ataques, acoso, exilio, cárcel y asedio.

Como es de esperarse, las críticas no han faltado, ya que es una institución de referencia. Ya que la Alianza se ha sabido ganar un espacio preponderante en el ámbito político nacional e internacional.

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Muchos han criticado el Diálogo Nacional. Consideran que le dio tiempo y oxígeno a Ortega.  Yo lo veo de otra forma. Las dos etapas del diálogo sirvieron para desenmascarar al régimen y mostrarlo al mundo como lo que en realidad es. Una dictadura cruel capaz de cometer las mayores atrocidades. El Diálogo Nacional, conducido bajo el compromiso de paz y servicio de la Conferencia Episcopal, retrasó por un tiempo y disminuyó los asesinatos que ya tenía planificados la dictadura con su operación limpieza.

Además, abrió la puerta para que entraran al país misiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y de la  Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH). Y que se instalara el Mecanismo Especial de Seguimiento  para Nicaragua (MESENI) y el  Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI). Eso permitió que vieran con sus propios ojos y documentaran la violación institucional a los derechos humanos. 

La evidencia que recogieron los pondrá frente a los tribunales

No quiero imaginar cuál habría sido el resultado de la operación limpieza en ausencia de estos organismos. Aunque finalmente fueron expulsados, la evidencia con la que ahora contamos, no se hubiera podido tener sin ese Diálogo. Fue ahí donde después de complejas negociaciones, se le arrancó a la dictadura la autorización para que estos organismos ingresaran al país. Y cuando haya justicia, estas pruebas documentadas por ellos, son las que pondrán a los culpables de los crímenes frente a los tribunales. El rencor de la dictadura contra la Alianza es prueba contundente de que el Diálogo sí tuvo efectos.

Y si hay algo que criticar, quizás sea que algunos ingenuamente pensaron que la dictadura tenía interés de resolver el problema. Pero Ortega nunca quiso solucionar la crisis por la vía democrática.

La Alianza, creada para reestablecer en Nicaragua la justicia y la democracia, aún tiene pendiente esos dos objetivos fundamentales, que la dictadura intenta bloquear con represión, asedio, cárcel y exilio.  Para los miembros de la Alianza esta tarea inconclusa es la motivación para seguir trabajando cada día, con la misma determinación, empeño y energía del primer día.

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La lucha de estos dos años ha mantenido la esperanza. Porque la insurrección ciudadana asentó una conciencia cívica que exige libertad, justicia, derechos ciudadanos y elecciones libres, con garantías y verificables, para poner fin a la dictadura.

Ahorita la prioridad es combatir la Covid-19. Exigir a la dictadura que adopte las medidas que recomiendan los especialistas y que garantice la salud  de la población. Pero están haciendo lo contrario. Entonces, ante la irresponsabilidad del régimen los nicaragüenses tenemos que seguir dando el ejemplo,  aplicando medidas de autoprotección para enfrentar la pandemia.

La Alianza sigue propiciando la unidad

Mientras seguimos instando a la población a evitar el contagio, desde la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia seguimos propiciando la unidad de todas las organizaciones políticas y movimientos sociales de oposición. Porque solo unidos podremos poner fin a la dictadura y elegir un gobierno que resuelva los problemas de los nicaragüenses y le declare la guerra a la pobreza y a la desigualdad latentes en nuestra sociedad.

Otro tema escrito por el autor: Estamos ganando el futuro, no perdamos la esperanza»

Providencial llamada aquella del 3 de mayo de 2018. Ahora soy yo el que llama a todos los nicaragüenses a volver su atención a esta lucha inconclusa.  Los invito a dejar de ser espectadores y a retomar la acción. A participar como lo hicieron hace dos años, aunque ahora bajo muchas restricciones. Pero por muy pequeñas que estas parezcan, por muy insignificantes que creamos que son, hay que actuar, porque no hay acción pequeña.

Tenemos que actuar.  No podemos seguir quedándonos callados ni manteniéndonos inertes ante la injusticia y el sufrimiento de la gente.  ¿Saben por qué? Porque además de ser lo correcto, entre más acciones de protesta realicemos, más corta será la lucha y más rápido vendrá el cambio.

Texto original en el blog: https://juansebastian.ch/

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Juan Sebastián Chamorro

Soy director ejecutivo de la Alianza Cívica por Justicia y la Democracia. Del 2014 al 2019 dirigí Funides. También fui director de la Cuenta Reto del Milenio en Nicaragua. Tengo una licenciatura en economía de la Universidad de San Francisco, un máster en economía de la Universidad de Georgetown y un doctorado en economía por la Universidad de Wisconsin, Madison.

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