Desde antes que apareciera el primer caso de Covid-19 en Nicaragua, llamó la atención de los nicaragüenses, y posteriormente de medios internacionales, por qué el régimen tomó esa actitud negacionista hacia la pandemia. La respuesta está en el liderazgo mesiánico.
Digo tomó porque actualmente, aunque sigue siendo necesario tomar medidas de prevención y mitigación, ya la pandemia está golpeando de lleno a la ciudadanía. Los hospitales están llenos y mucha gente está muriendo. ¿Cuántos infectados y cuántos muertos habrá? será difícil saber porque el hermetismo continúa aún cuando entramos a la fase más crítica.
Desde el 13 de febrero, más de un mes antes de que llegara oficialmente el Covid-19 a país, escribimos que el régimen debía abandonar la política de secretismo que ha mantenido desde que llegó al poder en 2007.
Pero el régimen no cerró fronteras, no cerró las escuelas públicas ─aunque sí autorizó que establecimientos privados continúen sus programas a distancia─. Pero lo que más asombró es que tomó medidas contraproducentes. Entre ellas fomentar manifestaciones, fiestas multitudinarias y enviar tadíamente a supuestas brigadas de salud a visitar casa por casa en los barrios, cuando lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) es el distanciamiento social.
Lo más grave, incluso que rayó en la locura, fue fomentar actividades multitudinarias durante el mes de abril, en particular durante la Semana Santa, que concluyó el 12 de abril. E incluso siguió con la misma tónica en este mes de mayo. No es casualidad que brotes por todo el país se comenzaran a ver a finales de abril y principios de mayo.
La semana pasada la Fundación Arias en San José, Costa Rica hizo un fuerte señalamiento al manejo que el régimen ha dado a la pandemia en Nicaragua y lo calificó de "genocidio".
"Lina Barrantes Castegnaro, directora de la Fundación Árias, llamó a la comunidad internacional a 'tomar medidas tendientes a proteger a la población civil y no hacer oídos sordos ante una tragedia real que ocasionará miles de muertos en pocos meses," reporto La Nación de Costa Rica.
Hay muchas conjeturas sobre el actuar de Rosario Murillo en esta situación, y menciono a Murillo porque en realidad, el dictador parece estar en un segundo plano. Las dos veces que ha dado la cara luce confundido, no maneja los datos, al parecer solo lee, o mal lee, lo que le pasan.
Gran parte de este comportamiento absurdo se explica por la visión mesiánica que tiene Murillo de su rol en Nicaragua. El liderazgo mesiánico se basa en hacer creer a sus seguidores que les pueden resolver todo, y cuando hay algo que no les pueden resolver, culpan "al imperio" o al enemigo de turno.
La revista veritasmedios.org cita al historiador mexicano Enrique Krauze, en un artículo titulado Mesianismo político: “…el mesianismo político representa riesgos muy grandes. Es la concentración del poder en manos de una sola persona fuerte, carismática y que además convoca alrededor suyo el culto de la personalidad y de quien los pueblos esperan una salvación. El redentor es un hombre (o mujer) providencial. Pero además, está caracterizado por el apego rutinario y fanático a una ideología.”
Ahora el problema es ¿cómo darle esa salvación a "su pueblo" cuando el enemigo no es un país, ni una ideología, ni una persona sino un virus? El "mesías político" es ─aunque sea lo sensato─ incapaz de admitir que los problemas lo rebasan. Si no puede dar una solución debe ser culpa de alguien más. Es la solución que siempre encuentran, ¿pero en este caso?
Claro, en su justificación de por qué no han actuado no puede faltar la responsabilidad de "los golpistas". En su visión, la recesión económica de 25 meses que tiene el país no es por la violenta reacción del régimen a las demandas ciudadanas, sino precisamente esas demandas, que se dan en toda democracia y los gobiernos las resuelven. Para esos son los gobiernos, para resolver, no para asesinar a quienes piden justicia y libertad.
Lo sensato habría sido convocar a los expertos nacionales y escuchar los consejos y las guías de las agencias internacionales de salud. Permitir que sean los médicos y científicos los que, puedan explicar con claridad a la población lo que se debe hacer, y contar con sus consejos para prepararse y enfrentar la amenaza invisible.
Pero es evidente que la solución que encontró Murillo y sus asesores fue negar la peligrosidad del virus. Ahora la tragedia la están viviendo los nicaragüenses. Todos, porque el virus no es un parapolicía que solo mata a manifestantes Azul y Blanco como en 2018.
Debido a las francachelas promovidas por el régimen, la capacidad instalada del sistema de salud está colapsada. La población está desorientada porque no tiene información clara de cómo protegerse. Y la tragedia la viven a diario decenas de familias que no pueden ni siquiera dar un último adiós a su ser querido que falleció en soledad. El resultado de esta política ha sido poco menos que macabro.
Y es evidente que esta decisión no ha sido tomada por falta de información. No solo por todo lo que está a la mano desde la Organización Panamericana de la Salud y lo que han dicho especialistas en el país. Sino, porque el propio Gustavo Porras, presidente de la Asamblea Nacional y sombra de Murillo, es médico y tiene a su disposición toda la información necesaria.
El argumento de la dictadura se basa en un intento de proteger la maltrecha economía del país. Pero si esa es la razón, revela una incapacidad de análisis surrealista.
Es cierto que en un principio en el ya lejano febrero y marzo, la mayoría de los gobiernos, al ver los análisis que les presentaron sus científicos y médicos especialistas, volvieron la vista a otro lado y desearon que el golpe no fuera tan fuerte. Inútil ilusión. En pocas semanas, todos sin excepción se han dado de bruces con la realidad. Y eso que en la mayoría de los casos hablamos de economías que tienen capacidad de reaccionar y sistemas de salud robustos. Aún así lo han pagado caro.
Pero aquí Ortega ha demostrado que se encuentra fuera de toda realidad. Ya que nadie, por muy cínico que sea, se expondría a semejante ridículo como argumentar que no podía haber cuarentena, porque "si todo mundo se queda en casa, qué médico o qué enfermera va atender los hospitales, ellos también tienen derecho".
Pero además no se puede dejar de señalar el inmenso cinismo de estar en contra de la política de "Quedate en casa," cuando Ortega y Murillo tienen ─al 25 de mayo─ 93 días de encierro. Solo salieron muy brevemente el 29 de abril para visitar la tumba de Tomás Borge.
Lo que ahora se puede hacer es evitar que la tragedia sea de mayores proporciones. Sin embargo, para eso el régimen debe reconocer su error y actuar ya. Aunque sea muy tarde para muchísimas familias nicaragüenses que perdieron a sus seres queridos de manera prematura.
Los nicaragüenses debemos tomar conciencia del inmenso daño que puede causar un liderazgo mesiánico desconectado de la realidad y cuyo único objetivo es mantenerse el poder. Comprendamos de una vez por todas que las dictaduras no solo afectan "al que se mete en política" como por muchos años han dicho miles de nicaragüenses. Como estamos viendo, su capacidad de daño a una sociedad, es incalculable y sin límites.
Como siempre, nuestro contraste lo representa Costa Rica, donde funciona una república en la que nadie tiene ínfulas de iluminado. Las instituciones junto a la sociedad civil hacen su trabajo para proteger a la ciudadanía frente a las amenazas.
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En lo personal, intento comprender la manera en que la pareja dictatorial, esta manejando la pandemia del COVID-19 en Nicaragua. Existe la duda, si están sacrificando tantas vidas humanas, promoviendo el contagio masivo, para suspender el proceso electoral 2021 o ejecutar un farsa electoral sobre una pila de cadáveres, para robarse nuevamente las elecciones. La economía pasa a un segundo termino, sabemos que a toda costa, Daniel y la Chayo, quieren salvar la raquítica economía, golpeada por la represión de abril 2018. Necesitan el dinero para seguir reprimiendo, necesitan la plata para seguir pagando el erario público, necesitan seguirle pagando los sobornos millonarios a los altos funcionarios públicos. Poder y dinero siempre van de la mano. Saludos. Escriba más seguido Eduardo Enriquez.