El destino no hace visitas a domicilio, hay que ir por él. Esta noche, la indignación me nutre, me hierve entre los más recónditos huecos de mi existencia. Por mas de treinta años he estado dedicado a recorrer el mundo, lamiendo heridas y pobreza, siendo testigo de la injusticia e iniquidad que nos gobierna, alimentada por la traidora politiquería de las agencias bilaterales de los países ricos.
Una vez más, durante la más trágica emergencia sanitaria jamás vivida por nuestro planeta, estos mismos países enriquecidos a través de la historia por agendas colonialistas, nos vuelven a dar la espalda.
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La iniquidad y falta de solidaridad de los países ricos hacia los países pobres es simplemente indignante. Estoy rabiosamente indignado, por el discurso hipócrita y cobarde del norte. Innumerables los momentos en que la religiosa frase de “colaboración Norte-Sur” fue vomitada por innumerables jefes de Estado y directores de agencias multilaterales.
Colaboración Norte-Sur…Cuando países como Israel, que tiene el 100 por ciento de su población vacunada, con al menos una dosis de la Pfizer, organiza “fiestas” para promover la vacunación de su población de jóvenes. Estados Unidos, bajo un gobierno “demócrata” soborna al Gobierno mexicano para que cierre su frontera del Sur, bajo promesas de miles de miles de dosis de vacunas. Cuando, con un total de 219 millones (5.4 de cada 10) de dosis de vacunas en Norte América y Europa, sobrepasan 8 veces el numero de dosis disponibles en toda Latinoamérica. Es simplemente indignante.
Solidaridad gritan algunas agencias de las Naciones Unidas, elevando el negocio de besar culos a categoría de arte, como diría Henry Miller. Solidaridad, cuando sus empleados que viven en Estados Unidos o Europa se vacunan, dejando a sus colegas que gravitan en países tercer mundistas, colgados de miedo y sufriendo de la misma iniquidad en contra de la que ellos “disque”. Es simplemente indignante.
"Sigo a diario las cifras de vacunados en el mundo. Y cada día, me hierve más la sangre. Somos el tercer mundo. Ahora sí lo reconozco. Por años, he tratado de evitar ─y corregir a cuanto se me pusiese enfrente─ el uso de tal degradante e insultante peyorativo. Tercer mundo, ¡jamás! pensaba. Pero hoy, públicamente reconozco cuan equivocado estaba".
Alfonso Rosales, médico epidemiólogo
El tercer y cuarto mundo existe. El SARS-CoV-2, minúsculo y maldito animal, finalmente me ha demostrado que vivía en una realidad creada por la política internacional, que solamente sirve a los intereses de los países ricos y poderosos. Cuando el mundo de los ricos, así lo decide, no somos nadie. No existimos.
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Tristeza, sí siento mucha. Miedo y rabia, también. Por mí, por mi familia que reside en El Salvador y Costa Rica. Por mis colegas, que se parten la cara día a día, combatiendo el coronavirus. Por mis compatriotas centroamericanos, desposeídos por cientos de años, siempre abusados por imperios coloniales. Que inocencia la mía, creer que por más de treinta años he trabajado por un mundo mejor, más justo, más equitativo.
Pero que dices, tonto mío, me dirían por ahí. Si el mundo es una selva, donde el más fuerte y poderoso, se come al débil y hambriento. Pero que dices, tonto mío, si ya Phaedrus lo decía: nunca es segura la alianza con el poderoso. En la vida animal, a los débiles se les elimina pronto. Hay que ser menso, me diría Aniceto Porsisoca.
Siempre pensé que el sol se movía, aunque nunca lo hubiese visto moverse. Tenía fe. Siempre creí que el hombre y la mujer, aspiraban al mundo utópico de la justicia y la verdad. Y que el día llegaría, tarde tal vez, pero llegaría. No more mister nice guy.
Es cierto, huimos al norte, porque nuestros países nos fallan. Abandonamos nuestro cielo azul y caluroso por tierras heladas y hostiles. Hay que ir por el destino. Pero el destino es una ilusión que se persigue constantemente. Y cuando pensamos que esa ilusión se alcanza, el destino regresa y nos restriega en todo lo ancho de nuestra linda y morena cara, diciéndonos: no existes, ni nunca existirás. El mundo es de los ricos y poderosos. ¡De los valientes!
*El autor es médico epidemiólogo, salvadoreño radicado en Estados Unidos
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