Era inevitable y se ha cumplido. La carrera por encontrar y suministrar una vacuna contra el coronavirus ha ido más allá del ámbito sanitario y farmacéutico; para convertirse en una pugna geopolítica de alcance mundial. Empresas privadas occidentales compiten con las poderosas maquinarias de institutos públicos de países como Rusia y China; está en juego, la conquista de nuevos mercados y algo más.
Actualmente, y a casi tres meses del desarrollo de vacunas contra el coronavirus, apenas el 3 por ciento de la población mundial está vacunada; pero las diferencias entre los países son abismales. Mientras en Israel y en los Emiratos Árabes Unidos más de 6 de cada 10 habitantes ya han recibido al menos una dosis; en África el porcentaje es prácticamente cero.
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En este contexto las vacunas se han convertido en un arma en la batalla geopolítica por ganar zonas de influencia. En esta pelea, Rusia y China intentan, y están consiguiendo, ocupar un espacio estratégico en este nuevo escenario sanitario.
Esto es así porque Estados Unidos solo ha autorizado las vacunas de Pzifer y de Moderna; y la Unión Europea ha sumado AstraZeneca a estas dos. Mientras tanto, Rusia y China disponen de sus propias vacunas; que si bien al principio fueron vistas con recelo por la falta de datos sobre su eficacia y seguridad, ahora se están viendo avaladas. Ese es el caso de la rusa Sputnik V, a la que se le han abierto nuevos mercados. Tras el informe de la revista científica Lancet, la Unión Europea está dispuesta a incorporarla, e incluso podría ser producida en territorio alemán.
Por su parte China dispone de dos sueros: Sinopharm y Sinovac, este último desarrollado por un laboratorio privado. Para distribuirlos, el país asiático ha tejido redes de exportación a países de América Latina y África. Incluso, en la Asamblea Mundial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ─celebrada el pasado mayo─ el presidente Xi Jinping calificó la vacuna china como un “bien público global”.
En la lucha por controlar la pandemia, los intereses y egoísmos nacionales se han vuelto a imponer sobre el multilateralismo propuesto por la OMS; y mientras Occidente se repliega sobre sí mismo, el soft power chino y ruso amplía su red.
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El reciente enfrentamiento entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y AstraZeneca ilustra muy bien la tensión por este tema. Mientras los países occidentales solo creían hasta ahora en sus propias vacunas, Rusia y China les ganan por la mano en los mercados internacionales.
Una competencia estratégica que ha generado diferencias; porque las naciones más ricas ─en un sálvese quien pueda─ han acaparado el 90 por ciento de las dosis de las dos vacunas estadounidenses. Esto dejará huella entre los países pobres, privados de poder acceder a ellas.
"Al momento, en Latinoamérica solamente 12 países tienen acceso a las vacunas. Pero las dosis aplicadas en la región solo representan el 6.1 por ciento del total aplicadas en todo el mundo; muy poco comparado con el 30 por ciento administrado solo en Estados Unidos. La primer potencia mundial tiene casi 5 veces más acceso a las vacunas que todos los países de Latinoamérica juntos. Un claro testimonio de la inequidad global que inunda nuestro mundo actual".
Alfonso Rosales, médico epidemiólogo
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La estrategia china pasa por presumir de haber prácticamente erradicado la pandemia en el país; tener una considerable capacidad de producción; ofrecer una vacuna de uso sencillo y una distribución rápida y barata para los países en desarrollo. La influencia china en países africanos, que empezó en los años sesenta del siglo pasado y se tradujo en una diplomacia sanitaria durante la crisis del ébola, se verá afianzada con el suministro de sus vacunas a muchos países.
En cuanto a Rusia, más de 50 países de Latinoamérica, Oriente Medio y exrepúblicas soviéticas han cerrado contratos para adquirir la Sputnik V.
La batalla de China y Rusia no es solo comercial con las grandes multinacionales farmacéuticas occidentales; sino especialmente geopolítico para seguir ganando zonas de influencia económica, logística y diplomática en diversas regiones del mundo.
Es obvio que las vacunas rusas y chinas no llegan a estas zonas de modo altruista o sin condiciones. Estos estados serán cada vez más dependientes de Rusia y de China, como ya está sucediendo en regiones de América Latina y África. Son naciones que dependen en gran manera de la ayuda exterior; y donde especialmente China despliega su poder diplomático y comercial en forma de contratos a largo plazo en los sectores de energía e infraestructura.
Es un reflejo de cómo el nuevo orden mundial surgido de la posguerra está siendo reemplazado por el avance de poderes autoritarios. La incomparecencia de Estados Unidos y de Europa está haciendo que Rusia y China consoliden y amplíen sus intereses en diversas zonas del mundo; gracias a la diplomacia de las vacunas. Un nuevo orden mundial se avecina, un nuevo orden viral.
*El autor es médico epidemiólogo, salvadoreño radicado en Estados Unidos
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