La soberbia vuelve a desnudar al dictador»
Eduardo Enríquez
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Ortega pensó que podían boicotear el paro nacional amenazando a los empresarios. Muchos tuvieron que abrir sus establecimientos, pero los negocios desolados solo evidenciaron el nivel de rechazo al régimen
Nadie mejor que los dictadores Daniel Ortega y Rosario Murillo saben todo lo que hicieron para que el paro nacional convocado el 23 de mayo por la Alianza Cívica (AC) fuera un fracaso. Los que fracasaron fueron ellos. Y nadie mejor que ellos conoce el alcance de esa derrota que no hace más que confirmarles lo solitarios que se encuentran.
La AC llamó al paro nacional en memoria del preso político Eddy Montes Praslin, asesinado en la cárcel Modelo; y para demandar la excarcelación inmediata de todos los presos políticos de la "lista conciliada" con el Comité de la Cruz Roja Internacional. La dictadura reaccionó con amenazas. Las más evidentes fueron las hechas a los bancos pues estos divulgaron la carta del superintendente de bancos, Luis Ángel Montenegro.
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Pero había otras. Por ejemplo, las gasolineras tuvieron que operar. ¿Quién se atrevería a que le confiscaran la concesión como sucedió ya con al menos cinco gasolineras en Managua, León y Chinandega? O la cadena de supermercados de capital extranjero (Walmart, La Unión y Palí) que también funcionaron con "normalidad", entre otros.
En el cálculo de la dictadura, con bancos, supermercados y gasolineras operando, que son sitios de afluencia de personas, más el movimiento normal de los trabajadores del Estado y la circulación del transporte público que el régimen controla, el movimiento sería tal que el paro evidentemente sería un fracaso.
Cada individuo decidió cómo ejecutar su paro nacional
La soberbia del poderoso una vez más sirvió para desnudarlo y que a la vista de todos quedara la inmensa soledad en la que está el régimen. Fue la ciudadanía, fue cada individuo consumidor el que por su libre y espontánea voluntad decidió quedarse en su casa. Los bancos, supermercados, gasolineras y los estacionamientos vacíos solo sirvieron para demostrar el rechazo ciudadano a la dictadura, su prepotencia, su violencia y su represión.
Seguramente, en retrospectiva, deben estar pensando que mejor hubieran permitido que los negocios cerraran sin ejercer ninguna presión. De esa manera, si todos los grandes negocios y esos centros de afluencia de personas hubieran cerrado, el orteguismo podría seguir alegando que el paro "es de los empresarios" y que "el pueblo quiere trabajar".
Después del paro del 23 de mayo ha quedado claro que quienes querían enviar un mensaje a la dictadura era la ciudadanía; y ese mensaje es que rechazan el asesinato de Eddy Montes Praslin, que exigen la liberación de los presos políticos, rechazan la represión, quieren recuperar sus libertades y quieren elecciones libres, transparentes y adelantadas.
Los "ungidos" deben escuchar
Ojalá el mensaje haya llegado alto y claro a ese encierro en el que viven tras aquellas altas murallas en el reparto El Carmen en Managua. Porque, desgraciadamente, los 13 meses que lleva esta crisis, toda la violencia, la represión y la destrucción de la economía son el resultado de la torpeza de pensar que han sido ungidos para gobernar este país por siempre sin rendirle cuentas a nadie, y que quien los cuestione merece ser castigado.
El régimen debe escuchar el silencio en las salas de atención de los bancos, el silencio de los pasillos de los supermercados, el tenue sonido que emitieron los escasos vehículos que circularon. Y entender que ni que multipliquen por 10 la cantidad de policías en las calles podrán cambiar esa realidad.
El orteguismo le tiene horror al poder de uno
El paro de consumo, que bien podría llamarse paro individual, pues es en lo que mutó el paro nacional, es algo a lo que el orteguismo le tiene horror porque es lo único que lo ha derrotado.
Así como el ciudadano le propinó una derrota ayer simplemente tomando la decisión de quedarse en su casa, así Nicaragua derrotó a Daniel Ortega en 1990 cuando en solitario, en un rústico recinto de votación, frente a una papeleta, decidió individualmente no marcar la casilla del Frente Sandinista. Ahora, la misma soberbia del dictador ha dejado de nuevo en evidencia, a la vista de todos, el poder que tiene cada ciudadano.
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