Mientras en estos días navideños y a casi un año desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció la pandemia; observo el cielo y me pregunto: ¿estamos conscientes los humanos de los cambios que necesariamente tendremos que hacer en nuestra forma de vivir, para evitar la siguiente pandemia?
Física y mentalmente, unos más que otros, estamos exhaustos. El encierro, distanciamiento, miedo, bombardeo mediático, muertos cercanos y lejanos, mentiras de líderes políticos, incertidumbre y contradicciones de nuestros líderes científicos, nos tienen hartos.
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Todos esperamos ansiosamente que la OMS anuncie finalmente: ¡Pandemia Controlada! Para volcarnos jubilosamente a las calles, abrazarnos y besarnos sin mascarillas, sin el temor a contagiarnos o a contagiar a algún familiar vulnerable.
Sin embargo, hoy en día caminando por las calles de mi ciudad, observo aglomeraciones de personas, unas con mascarillas, pero otras no; y sin guardar el distanciamiento requerido para evitar el contagio. Y en la playa la gente sigue dejando su basura dispersa: botellas, plástico, ningún respeto por nosotros ni por la naturaleza…
Al parecer no hemos entendido, que las economías del mundo están siendo influenciadas y probablemente mantenidas dentro de límites establecidos por la naturaleza. Que nuestro planeta entra al 2021 con una recesión económica más profunda que la experimentada durante la segunda guerra mundial. Ni que nuestra Centroamérica retrocede en el desarrollo social y económico alcanzado durante la última década; nuestros pobres serán más pobres y nuestros niños menos niños.
Esta pandemia fue provocada por un virus; cuya aparición y transmisión ha sido influenciada entre otras cosas por la sobrepoblación mundial, la globalización y el calentamiento global. Es un virus producto de nuestra filosofía homocéntrica, endiosada por los selfis y el internet.
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Y después de este muy probablemente y en un periodo de tiempo no mayor a cinco años; sino cambiamos fundamentalmente nuestra manera de vivir, tendremos otra situación similar o peor. De nuevo repetiremos lo de ahora y seguiremos aislándonos, distanciándonos y así por los siglos de los siglos.
Por esta falta de conciencia global es que muchos científicos, entre ellos como Frances Baum y Sharon Friel, proponen elaborar no solamente una vacuna biológica; sino también una vacuna social.
Ellas argumentaron en la Revista Médica de Australia que para resolver esta pandemia viral, social, económica y política; necesitamos ir más allá de una visión biomédica.
"La metáfora de una vacuna social nos llama a la reflexión. Sobre la necesidad de un cambio de paradigma de la visión biomédica del sector salud; donde el esfuerzo se concentra en la construcción de grandes hospitales y deja en segundo plano los factores distales subyacentes que causan enfermedades y sufrimiento".
Alfonso Rosales, médico epidemiólogo
En dicho artículo, las referidas científicas proponen cuatro componentes integrados dentro de esta vacuna social. Estos son: vida con seguridad, oportunidades equitativas, un planeta habitable con apoyo a la biodiversidad y una gobernanza justa.
Muchos pensaran que esta vacuna social de Baum y Friel es una total utopía y probablemente lo es.
Hace muchos años trabajaba en Santiago de Chile y estaba frustrado con mi trabajo de salud pública y desarrollo. Un día a media mañana sentado en una banqueta de un parque público; mientras rumiaba pensamientos de no saber qué hacer ni para qué hacerlo, escuché a dos jóvenes universitarios. Ellos discutían en la banca contigua sobre el concepto de la utopía.
Uno de ellos dijo, como dice Galeano “la utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Entonces, a esos conservadores, miedosos al cambio, les invito a caminar.
*El autor es médico epidemiólogo, salvadoreño radicado en Estados Unidos
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