El año pasado viajé de vacaciones a Costa Rica porque quería tener un respiro de lo que pasaba en mi país; ese viaje coincidió con el Pride de San José y marché al lado de mis amigos ticos con la bandera de Nicaragua en alto. Mientras caminaba libre por las calles de San José, en medio de tanto despliegue de amor, no pude evitar llorar mientras un amigo me abrazaba y le dije en alto “¡acá soy libre! ¡acá puedo marchar y no me van a matar!”.
Unas semanas antes, en mi país, había marchado al lado de casi un millón de nicaragüenses por las calles de Managua, en la que ha sido una de las marchas más grandes y emotivas de la historia del país, la marcha de las madres.
El Día de las Madres nicaragüenses la ciudadanía vestida de negro y armada solamente con nuestras banderas azul y blanco y nuestra voz salimos a las calles de Managua para acompañar a las madres que habían perdido a sus hijos en manos de grupos paramilitares orteguistas, Las Madres de Abril. Al final de la marcha vi pasar, en medio de la multitud, a unos jóvenes que trataban de subir a una moto el cuerpo de un joven con los sesos colgando de su cabeza, para sacarlo del lugar.
Fue entonces que me di cuenta que nos disparaban desde el nuevo Estadio Nacional, recién inaugurado con fondos de la cooperación internacional. Después de escapar rápidamente con mis amigas y ponernos a salvo, me apuré a buscar camionetas y sacar personas de la ruta de la marcha.
Muchos se habían resguardado en una diversidad de negocios que les abrieron las puertas a personas aterrorizadas por la balacera. En estos grupos había niños, personas discapacitadas y adultos mayores. Al llegar la noche, acostada en mi cama, ya sin adrenalina, no paraba de temblar y decidí que tenia que darme un respiro de todo el terror.
Semanas después del Pride tico volví a Nicaragua llena de energía y con ganas de seguir luchando, pero me tocó vivir algo aún más oscuro. Pasé 14 horas bajo fuego en mi propia casa en medio del ataque a la iglesia de la Divina Misericordia, iglesia vecina a mi casa donde se refugiaban estudiantes y periodistas.
En medio de las detonaciones de armas de guerra, escuchaba casquillos caer en el techo de mi casa, oí los gritos de los estudiantes diciendo: “¡Viva Nicaragua libre!”.
Llegué al punto de pensar que moriría, y entendí, en ese momento, la aceptación que tienen las personas cuando ven el final como algo inminente. La balacera no bajó de intensidad en toda la noche. A la mañana siguiente, huí del área mientras paramilitares encapuchados me apuntaban con sus fusiles AK. Después de ese ataque y por otras razones, decidí volver de forma indefinida a Costa Rica.
En el próximo Pride de San José estaré nuevamente alzando mi bandera azul y blanco, y marcharé por las presas y presos políticos, por las y los campesinos, por mis hermanas feministas y por mi comunidad: la comunidad LGBTIQ+, que está siendo reprimida y torturada en Nicaragua.
Muchas veces los ticos me dicen que les asombra la velocidad de cómo se fue extendiendo la crisis sociopolítica de Nicaragua, pero no es así, esto no inició en abril de 2018. Ese abril fue el estallido que hizo que explotaran años y años de represión, años de abuso a los derechos humanos. Esta crisis inició con el pacto Ortega-Alemán. Inició cuando Daniel Ortega para congraciarse con la iglesia católica nos quitó a las mujeres el derecho al aborto terapéutico.
Esto inició cuando Zoilamérica demandó a su padrastro, Daniel Ortega, por años de abuso sexual y se tuvo que exiliar en Costa Rica porque nuestra ley le falló. Esto inició cuando Ortega empezó a usar el sistema de seguridad social como su caja chica, dejándolo en quiebra y sumándole el intento de quitarle a los ancianos su pensión. Esto inició con OcupaINSS, en el 2013, cuando nos golpearon, persiguieron y reprimieron, esto inició cuando Daniel le entregó a un millonario chino nuestros recursos naturales para la construcción de un supuesto canal y, con eso, quitarles a los campesinos sus tierras. Esto inició con Indio Maíz, antes de abril
La comunidad LGBTIQ+ nicaragüense fuimos de los primeros en levantarnos contra este régimen. Las personas que apoyan a Ortega históricamente se han encargado de generar campañas de odio en contra de nuestra comunidad y en el último año las agresiones contra nosotros pasaron del discurso de odio a la acción.
Según el Reporte de afectaciones a personas LGBTIQ+, en el marco de las crisis de Nicaragua del 18 de abril de 2018 al 3 de enero de 2019, 220 personas abiertamente miembros de la comunidad LGBTIQ+ han sido afectadas de forma directa por el régimen Ortega-Murrillo. De estas 220 personas ocho fueron asesinadas.
Además, 42 fueron encarceladas de forma arbitraria, entre ellas dos mujeres transgénero que se encuentra dentro de una cárcel para hombres (al momento de escribir este artículo la mayoría de los presos políticos no habían sido liberados).
Se han registrado 8 personas agredidas sexualmente y el 63 por ciento de las personas LGBTQI+ nicaragüenses refugiadas en el exilio se encuentran en Costa Rica. Dentro de tanto sufrimiento, Costa Rica ha sido una luz de esperanza.
A pesar del abuso que hemos vivido de forma histórica, nunca nos mantuvimos en silencio. La comunidad LGBTIQ+ fue de las primeras el levantarse en esta lucha. Estuvimos en las primeras filas, y ahí seguimos. Seguimos peleando por los derechos de todas y todos los nicaragüenses, ya sea dentro del país o en el exilio y, como dicen mis amigxs de Haus of Cuak, las travestis de Operación Queer: “Lxs cochones también derrocamos dictaduras”. Nada nos detendrá.
*La autora se define como feminista queer, emprendedora y activista nicaragüense. Escribe bajo seudónimo por la represión.
**Este artículo fue publicado originalmente en el mes de junio en guiaorgullocr.org. “Este año nos pareció relevante que alguien nos contara lo que acontece en Nicaragua por la inhumana situación que viven. Le pedimos a la autora nos compartiera su experiencia. El resultado, es un texto humanista, cercano y por ende importante para esta compresión del contexto en el que estamos muchas y muchos”. Sergio Pacheco, Consejo Editorial revista Orgullo.
Llegó la Navidad de 2021 y en Nicaragua hay 160 presos políticos. En estos días…
Actualmente sabemos que la variante ómicron que produce la COVID-19 es más contagiosa que la…
Con la promesa de mostrar al mundo las más novedosas innovaciones para la salud, seguridad,…
A 23 meses de haberse notificado el primer caso de COVID-19 y tras una estimación…
Sé que es momento de recogimiento familiar, de reuniones y fiestas y no digo que…
Me llamó la atención el término flow del título y decidí investigar el tema. Les…