Monólogo

Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, su lucha y legado frente a la dictadura

En las reuniones familiares, que solían ser en Navidad o precisamente un día como hoy 9 de enero, cumpleaños de la abuela Margarita, solía poner mucha atención al tío Pedro. Lo ubicaba desde que entraba y cuando al fin lograba toparme con él, se me acercaba y yo sabía lo que venía.

Me quedaba viendo, lo recuerdo como un hombre muy grande, recuerdo sus anteojos; él me decía “Juan Sebastián Elcano” mientras me agarraba la oreja y la retorcía, yo sentía como si me levantaba del suelo por un tiempo que recuerdo interminable.

Pedro Joaquín era el mayor de su generación y yo el menor de la mía, tenía solo 7 años cuando lo asesinaron, por tanto no tengo muchos recuerdos personales que compartirles. Sin embargo, con el tiempo y siendo Pedro Joaquín una brújula ética, moral y política, he convertido ese recuerdo en símbolo de las enseñanzas que dejó a sus familiares y a todos los que lo conocimos.

I. El hombre

Pedro Joaquín nació en el período de la ocupación norteamericana, gobernaba Bartolomé Martínez, el presidente conservador que los conservadores no querían porque no era de Granada. Cuando Pedro Joaquín tenía doce años, Somoza llegó al poder tras arrebatárselo a su tío político Juan Bautista Sacasa. Su vida transcurrió enteramente durante una dictadura que él acuñó como de una estirpe sangrienta.

Para entender la personalidad de Pedro Joaquín, es imprescindible repasar la de sus padres, mis abuelos. De Pedro Joaquín Chamorro Zelaya heredó, antes que nada, el nombre del que se sintió siempre orgulloso, pero también la valentía.

Compartió siempre el temple de aquel primer Pedro Joaquín que en su proclama de 1855 contra William Walker dijo:

“Si para lograr tan noble objeto fuese necesario derramar sangre de mi familia y de mis amigos, sangre adorada para mí, en buena hora, si ella sirve para regar el árbol de la independencia”.

Terrible presagio cumplido 123 años después y errado pronóstico al ver que el árbol de la independencia, a pesar de haberse regado con sangre valiente y digna, aún no termina de desarrollarse.

No me refiero solo a la sangre de Pedro Joaquín, sino a la de miles de nicaragüenses cuyo sacrificio no ha evitado que sigamos viviendo bajo una dictadura.

De su madre Margarita, heredó la fe en Dios tan arraigada en la familia. También un apego estricto a la verdad y la justicia, acompañado por un profundo sentido de la disciplina y de inquebrantables valores.

De esta combinación resultó un hombre que valiente y apasionadamente luchó por la justicia y la libertad, y que nunca claudicó. Por eso el titular certero de La Prensa aquel 10 de enero de 1978: “Doblegarlo jamás: tenían que matarlo”.

Su antisomocismo saltó muy temprano, con tan solo 12 años, cuando en el colegio La Salle se lió a golpes con el mismo Anastasio Somoza Debayle. Después de increpar al futuro dictador por qué su padre quería ser presidente. Por la plata le contestó Somoza.

Con esta respuesta se marcó una discordia que duraría por el resto de sus vidas: uno cegado por la avaricia, la crueldad, y el afán de mantener el poder a toda costa; el otro con principios, sin claudicar luchando para desenmascarar lo que él llamó la inverosímil corrupción y el enriquecimiento, producto del poder absoluto que le otorgaba la sucesión dinástica.

El autor también escribió: De garroteadores y otras turbas»

Recibió su “bautizo de palos” el 4 de julio de 1944 cuando fue agredido a garrotazos y cayó preso por protestar en una manifestación organizada por Somoza García en apoyo a Estados Unidos y los aliados, que participaban en la Segunda Guerra Mundial.

Esto hizo que sus padres lo mandaran a México a continuar sus estudios.

Sus años en México –de 1944 a 1948– fueron fundamentales en su formación. Fue expuesto a ideas de avanzada para su tiempo y asumió la justicia social como el emblema que llevaría durante toda su vida.

Es errado afirmar que Pedro Joaquín era conservador, desde muy joven fue progresista y en algunas ocasiones se definió como socialcristiano.

Por un tiempo, coincidió en México con el general Emiliano Chamorro, pariente lejano y con quien tuvo diferencias que gradualmente los distanciaron en lo político, ya que desde ese tiempo Pedro Joaquín criticaba la posición colaboracionista de los conservadores con la dictadura. Pedro Joaquín además resintió que su apellido estuviera asociado con el tratado Chamorro-Bryan, que básicamente vendía el territorio nacional.

Pedro Joaquín regresó de México con muchas ideas, plural, inclusivo y dispuesto a generar alianzas políticamente inconcebibles en ese momento.

Ayudó a fundar la UNAP la Unión Nacional de Acción Popular, que representaba una plataforma incluyente, anti-imperialista, anti-ideologías externas y de apoyo al campesinado mediante la promoción de cooperativas. Acabó 8 años después producto tanto de la represión y el exilio como el divisionismo, el personalismo y la competencia entre líderes opositores, cosa que Pedro Joaquín reclamó desde su exilio.

El distanciamiento con el caudillo conservador Emiliano Chamorro, se profundizó con el Pacto de los Generales de 1950, provocado por temor de Emiliano de perder el poder del partido conservador y el oportunismo de Somoza. Este pacto aseguraba la repartición del poder entre liberales y conservadores, y bendecía la reelección. Esta componenda de funestas consecuencias, marcó en Pedro Joaquín un profundo sentimiento anti pacto, sobre todo al quedar al descubierto el engaño de Somoza García, que no cumplió lo acordado.

II. El periodista y escritor

Los años de aprendizaje en México fueron fundamentales para modernizar La Prensa. Inspirado en el Excélsior y otros diarios mexicanos, en 1952 después de la muerte de su padre, emprende el proceso de transformación del periódico familiar.

Además de las transformaciones tecnológicas y de diseño que fueron importantes, cambió la línea editorial y periodística. De ser un diario que abría su edición con las bodas de la alta sociedad, se convirtió en otro que informaba las cosas que el pueblo quería saber.

Pedro acercó el diario al pueblo y supo escribir lo que el pueblo quería leer.

La Prensa se convirtió en el diario más leído del país y además en una empresa rentable. En línea con las ideas sociales que predicaba, distribuía dividendos a sus trabajadores. En el fortalecimiento de La Prensa como periódico y empresa, jugó un papel importante mi padre Xavier, quien trabajó con Pedro desde 1956 y después de su muerte asumió la dirección del diario por unos meses.

III. El político

Volviendo al político, defino el ideario de Pedro Joaquín en los siguientes grandes ejes:

  1. Su patriotismo y amor a Nicaragua. Mantuvo siempre en alto la bandera de Nicaragua, hoy día levantada más que nunca, algo que estoy seguro él estaría muy orgulloso de ver.
  2. Se opuso a ideologías exóticas e inaplicables a la realidad nicaragüense, en particular al Comunismo.
  3. Los derechos humanos, siendo él víctima y testigo de los abusos de la dictadura, no se cansó de denunciar los abusos.
  4. Promovió las causas sociales, aunque estas posiciones provocaran desconfianza entre personas allegadas y de su entorno social.
  5. Profesó siempre una fe en Dios que le hizo mantener un optimismo sobre el futuro.

Rescató el nacionalismo de Sandino en una época en la que pocos lo hacían por temor a la reacción de la dictadura que se encontraba en auge.

Fue crítico del intervencionismo norteamericano, en particular de la ocupación y del apoyo que le dio a los Somozas, y que se convirtió en factor clave para que se mantuvieran en el poder.

Su posición antinorteamericana cambió al final de su vida, en 1977 cuando EEUU empieza a promover una política de defensa de los derechos humanos y se distancia de Somoza al recortar la ayuda, ayuda que de todas maneras terminaba en manos de sus secuaces.

Con respecto al sector privado, Pedro Joaquín siempre se definió a favor de la economía de mercado y defendió al sector frente a la ambición desmedida de Somoza de acaparar riquezas. Sin embargo, en el plano personal tuvo una relación incómoda con los líderes empresariales, a pesar de su afinidad familiar y social con ellos.

En 1976 escribió en su diario: “en este sector, sólo he encontrado vacío y desconfianza, debido a mi manera de ser, cuando he podido servirles advirtiendo los errores que cometen, lo he hecho.”

Pedro Joaquín era hombre persistente. Lleno de una gran energía, era además inteligente y de muy fina pluma, quizás mejor que de palabra. Argumentaba acaloradamente sin ser muy conversador, pero cuando defendía una idea, lo hacía con los mejores argumentos.

Era terco, poco empático y a veces tosco, algunas veces podía ser tildado de grosero, pero en lo profundo una persona extremadamente honesta y sensible a las necesidades de la gente.

Si bien la vida del periodista fue exitosa, la del político estuvo marcada por la frustración, la decepción y el desencanto.

Se frustraba enormemente al ver a sus colegas opositores discutiendo y separándose infantilmente.

Se desilusionó de líderes a quienes apoyó y que luego optaron por el zancudismo, Fernando Agüero en particular, aunque no fue el único.

Y se decepcionó de amigos, a los que siguió queriendo, pero de los que murió esperando su misma convicción y lucha.

Su desempeño como político se desarrolló en la más compleja de las circunstancias. Por un lado, una dictadura cruel que siempre lo vio como el principal enemigo; y por el otro una oposición llena de desconfianza, personalismos y relaciones hostiles y sectarias.

Se hablaba mucho de que su principal defecto era la intransigencia. En este sentido hay que posicionar al hombre en el contexto de una dictadura que nunca descansó en su estrategia por destruirlo. Cárceles, tortura, exilio, confinamiento, juicios, acusaciones de traidor a la patria, chantajes, todo hicieron, pero él nunca se rindió.

Su intransigencia, vista históricamente, se podría justificar como la única posición frente a una tiranía, como la de hoy, que no quiso entender que la solución era entregar el poder para dar paso al establecimiento de un régimen democrático.

Es muy probable que esa intransigencia y firmeza en algunas posiciones, lo dejaran con muy pocos amigos que no claudicaron frente a las mieles del poder.

Pero la falta triunfos políticos de Pedro Joaquín y de la oposición de su época, principalmente la incapacidad de acabar con la dictadura, no pueden achacársele a él, sino a elementos muy arraigados en la cultura política nicaragüense.

En la década de los cincuenta, le tocó ver cómo los liderazgos políticos eran incapaces de unirse, esto provocó el fracaso de la rebelión de abril de 1954 y la derrota de Olama y Mollejones en 1959, donde valientemente dirigió una expedición militar, sin el apoyo civil de los líderes políticos.

En la década de los sesenta, apoyó decididamente a Agüero, pero luego lo abandonó por pactista y zancudo.

Su último proyecto político, la Unión Democrática de Liberación, UDEL, fue un intento de poner bajo un solo techo a conservadores, liberales, socialcristianos, socialistas, obreros, campesinos y pequeños comerciantes. En uno de los boletines de UDEL se recalcaba:

“La UNIDAD sobre la que se fundamenta UDEL no sólo cubre la etapa de la lucha contra Somoza, sino también la etapa posterior al somocismo, la cual deberá estar regida por el programa de UDEL cuyo contenido esencial es garantizar la construcción de una sociedad democrática, pluralista e independiente, en la cual serán respetadas todas las ideologías y organizaciones.”

A pesar de tan nobles intenciones, los celos y las intrigas aparecieron inmediatamente:

  • Los Conservadores no podían aceptar ser parte de una coalición, tenían que liderarla ellos.
  • A los socialistas no los querían ni liberales ni conservadores.
  • Los socialistas no querían a los socialcristianos por ser pequeños burgueses.
  • Los socialistas dentro de UDEL se dividieron en dos facciones
  • Los socialcristianos se dividieron en dos facciones
  • Antes los liberales también se habían partido en dos, al igual que los conservadores.

El 19 de marzo de 1976, Pedro Joaquín escribió en su diario: “UDEL está siendo combatida a fondo, y es muy posible que la despedacen…. Además me siento rodeado y deprimido. La amenaza de la juez, la censura, los ataques del FSLN, el ataque de los socialcristianos y ahora de los conservadores. Es como para declararse exiliado. Se pierde el tiempo, es decir la vida”

En sus años finales, había llegado a la conclusión que “la incomprensión, la envidia, posiciones anti pragmáticas…. han sido el comején de la oposición”.

De la vida de Pedro Joaquín aprendemos lo nocivo que puede llegar a ser ese comején del sectarismo y el personalismo.

El “quitate vos para ponerme yo” que también aplica al bando opositor y debería cambiarse por el “quedate aquí y yo me pongo al lado” como debería ser.

A pesar de las adversidades, Pedro Joaquín nunca se dio por vencido y trató como pudo de erradicar a la dictadura. En la familia se hablaba continuamente de que su muerte llegaría antes de la caída del tirano, como efectivamente ocurrió.

La revista Time dijo: “Lo que no pudo lograr en vida, lo logró con su muerte”.

Como bien lo resaltara Mundo Jarquín: “…su trágica desaparición lograría la unidad nacional que en vida nunca vio, por los fraccionalismos, personalismos, ambiciones y miseria moral que han dominado nuestra política.”

Unidad efímera, ya que pronto se abrió otro capítulo de conflictos y luchas. No hace falta ser historiador para darse cuenta que, el FSLN aprovechó la desunión permanente para ocupar espacios políticos claves que le permitieron consolidar el poder.

Poder que perdieron en 1990, cuando las fuerzas antisandinistas de diversas corrientes se unieron en un proyecto que logró ganarles la presidencia, hasta que otra vez alimentando el divisionismo y el sectarismo, y con el fraude electoral, lograron tomarse el poder nuevamente con sólo el 38 por ciento de los votos, si es que alguna vez alcanzaron ese porcentaje.

Pedro Joaquín no pudo en vida, alcanzar esa gran unidad que logró con su sacrificio. En vida no logró cambiar el curso de la historia, pero su muerte sí lo hizo.

De su vida truncada en la plenitud y con muchos proyectos en marcha aprendemos, que es importarte no claudicar, tener fe en el futuro y guiarnos por la verdad y la justicia; que las dictaduras caen; que su trayectoria nos ha trazado la ruta. Una ruta guiada por el faro moral que Pedro Joaquín dejó construido y que ayuda a superar las dificultades que pone el mal.

Pedro Joaquín es uno de esos héroes sin fusil, esos que hoy hay más de 350. Sus corazones dejaron de palpitar por las balas asesinas de la dictadura de turno, pero seguirán palpitando en esta lucha que es irrenunciablemente cívica y pacífica, una lucha que es por la libertad de todos.

Su vida y su sangre fueron una cuota cara, pero necesaria, para regar ese árbol. Para que finalmente ese árbol de la independencia crezca libre y fecundo para las nuevas generaciones.

Texto original del blog: https://juansebastian.ch/

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Juan Sebastián Chamorro

Soy director ejecutivo de la Alianza Cívica por Justicia y la Democracia. Del 2014 al 2019 dirigí Funides. También fui director de la Cuenta Reto del Milenio en Nicaragua. Tengo una licenciatura en economía de la Universidad de San Francisco, un máster en economía de la Universidad de Georgetown y un doctorado en economía por la Universidad de Wisconsin, Madison.

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