En las primeras horas de la mañana del día 17 de noviembre, un coletazo exterior del huracán Iota se fortaleció con la humedad del océano Pacífico y tocó tierra en Nicaragua por el oeste, descargando en unas pocas horas la lluvia que cae en un mes. Este fenómeno, llamado Efecto Nate, es cada vez más frecuente, a tal punto que ya tiene nombre, en alusión a la tormenta que afectó San Juan del Sur en octubre del 2017.
El epicentro del fenómeno se ubicó en la zona norte de Rivas, donde los ríos son relativamente mansos y se secan durante el verano. Sus cauces no pudieron soportar lo que caía del cielo y empezaron a desbordarse, afectando miles de viviendas en todo el departamento.
Mientras la atención del país se centraba en la destrucción que provocaba en Bilwi y otras comunidades de la Costa Caribe; a más de cuatrocientos kilómetros Iota también destrozaba la pequeña y empobrecida comunidad de Cañas de García, ubicada muy cerca de la costa del Pacífico.
El huracán destruyó viviendas en ambas costas. Pero mientras en Bilwi el viento arrancaba los techos de las casas; en Cañas el agua del río desbordado arrancaba las paredes, dejando los techos intactos. Esa es la viva imagen de la doble fuerza destructora de los huracanes: el viento y la lluvia.
Una de las casas que Iota destruyó por completo en Cañas, fue la de doña Paula Fungencia Chávez. Las familias Chávez, Mena, Umaña, Cruz y Yescas, fueron las más afectadas en Cañas de García. Las casas de diez parientes de doña Paula sufrieron daños, pero la de ella se llevó la peor parte. Un fogón de cemento semi caído es el único indicio de que en el sitio existió una casa.
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Ella lo perdió absolutamente todo. Allí quedó la ancianita, acompañada de sus fieles perros, que no se apartan de ella. Por toda la comunidad se observa el destrozo que causó el río sobre las humildes viviendas. La presión del agua botó paredes, en muchas de ellas dejó únicamente los postes de madera que mantienen los techos en pie, pero sin nada abajo.
A Cañas se pudo entrar hasta cinco días después, cuando bajaron las aguas. Miembros de la Alianza Cívica visitaron la comunidad y constataron que irónicamente, lo que más necesitaba la gente era agua.
Buscamos mecanismos para hacer llegar el agua y lo que comenzó con una pequeña colecta se transformó en una verdadera obra de amor de más de 800 galones, que se distribuyeron entre los habitantes de Las Salinas, el Astillero y Cañas de García. Parte del agua se entregó a una fundación, muy bien organizada y manejada por extranjeros. Ellos acopian ordenadamente las donaciones que siguen llegando y con censo en mano reparten.
Además, unos surfistas de playa Popoyo han recolectado una razonable cantidad de recursos para ayudar a reconstruir las casas. En fin, la zona ha recibido apoyo de mucha gente que sigue demostrando que quiere ayudar. Pero el solo hecho de que la principal demanda en estos momentos siga siendo el agua, indica lo precario de la situación.
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Y mientras Nicaragua necesita un programa de reconstrucción masiva para reparar los daños provocado en todo el país por los huracanes Iota y Eta; los diputados de la Asamblea Nacional aprobaron el 25 de noviembre un Presupuesto General de la República para 2021 que no contempla fondos para reconstrucción. La excusa es que fue preparado antes de la catástrofe. Pero es otra barbarie del régimen no haberlo reformado para atender las necesidades urgentes.
Se ha hecho mucho énfasis en que van a entrar millones de dólares en ayuda. Ojalá ese apoyo llegue a gente humilde –como doña Paula– que fue la más afectada. Pero la población no confía, no tiene esperanzas en esa ayuda. Es por ello que los pobladores de Cañas se han puesto a recoger los ladrillos que dejó la corriente. Los están limpiando para reconstruir sus paredes con ellos; en el mismo sitio, a la orilla de un río que no perdonó ni el cementerio.
"Por la magnitud de la destrucción en la zona del Caribe y el Norte del país, se requerirá de un esfuerzo especial de carácter nacional. En circunstancias normales en un país con una institucionalidad sólida, cosa que no existe actualmente en Nicaragua, correspondería formar una organización especializada para las obras de asistencia, reconstrucción y mitigación de los efectos de los huracanes".
Juan Sebastián Chamorro, director ejecutivo de la Alianza Cívica
Se podría formar una Fundación para la Sostenibilidad de la Costa Caribe donde participen en su Junta Directiva representantes del Gobierno Regional, Alcaldías, Iglesias, sector privado de la región y organizaciones de la sociedad civil. Esta fundación administraría las donaciones y proyectos de infraestructura; tendría que ser auditable y rendir cuentas a los beneficiarios.
Esta institución no solo se encargaría de la reconstrucción, sino también de buscar mecanismos para reducir la vulnerabilidad de la zona a los efectos del cambio climático. Estudios científicos han demostrado que las costas de Centroamérica son de las más vulnerables del mundo; y en el caso de Nicaragua a eso se suma que es la zona más afectada por la pobreza.
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Solo acercando a la cooperación internacional y a agencias de desarrollo con esas comunidades; y evitando la politización de la ayuda por gobiernos corruptos que solo buscan oxigenarse, es que se podrá llegar el desarrollo, la infraestructura y el empleo para las familias necesitadas de esa zona.
Pero, para que esto ocurra, es necesario que exista democracia y gobiernos que le rindan cuentas al pueblo. No una dictadura que menosprecia el sufrimiento de las comunidades y les da la espalda cuando más lo necesitan.
Texto original en el blog: https://juansebastian.ch/
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