Hace exactamente un año, en Wuhan, China, comenzaron a identificarse esporádicos casos de una neumonía atípica. Lo que la comunidad científica venía anunciando y temiendo desde tiempo atrás se volvía realidad; una epidemia de magnitud mundial se nos encimaba. Después de un año de estar padeciendo miedos y encierros, es bueno volver la vista atrás y reflexionar sobre lo que hemos aprendido, del virus y de nosotros.
Muy a pesar de los mensajes y actitudes divisorias de nuestros políticos, tanto a nivel mundial como nacional, la comunidad científica tuvo la valentía de formar un frente común ante la amenaza misma de nuestra supervivencia como especie. Esa solidaridad y responsabilidad mostrada por académicos y científicos nos acerca cada día más, a la resolución de este importante problema.
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"No es la respuesta de gobiernos y organizaciones antivacunas, cuestionando a la comunidad científica y a organismos multilaterales lo que nos está sacando del problema. Es a nuestro personal de salud de primera línea y a nuestros científicos, a quienes tenemos que agradecer por nuestra vida y la de nuestras familias; y que finalmente estemos superando esta seria crisis sanitaria".
Alfonso Rosales, médico epidemiólogo
La ansiada solución a la pandemia comenzó con la identificación del genoma del virus por científicos chinos y su consecuente diseminación a científicos de otros países. Sin esta rápida respuesta y transparencia necesaria, no hubiésemos obtenido en tiempo récord una vacuna. Que ya está siendo aprobada por las distintas agencias reguladoras; entre ellas la Administración de Alimentos y Medicinas de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés) y otras.
Al momento de escribir estas líneas, el Reino Unido ha comenzado a vacunar a su población en riesgo con la vacuna producida por Pfizer; Canadá y Estados Unidos también comenzaron a aplicar la vacuna. México se apresta a comenzar en una semana y probablemente Costa Rica, comience en la primera o segunda semana de enero; de lograrlo se convertirá en el primer país de Centroamérica que inicia la vacunación.
El esfuerzo de nuestra comunidad científica ha sido tan descomunal, que más de 45 mil reportes científicos han sido producidos durante estos 12 meses de pandemia; y lo más importante es que todas las revistas científicas se unieron para permitir el acceso gratis a estas publicaciones.
A través de esos reportes científicos, rápidamente aprendimos que la enfermedad no nos ataca a todos de la misma manera. Que hay poblaciones de bajo y alto riesgo a padecerla en diferente magnitud de gravedad. Así sabemos que la mayoría de los fallecimientos se da en personas mayores de 60 años y poblaciones con padecimientos crónicos como obesidad, hipertensión y diabetes.
Aprendimos también, que la enfermedad se transmite por gotas de saliva y por ende las medidas de protección son similares a las que previamente utilizábamos para protegernos de la influenza. Entre ellas, el uso de mascarillas, distanciamiento físico y lavado de manos.
La comunidad médica, también aprendió que solo unos pocos medicamentos eran realmente efectivos para prevenir la muerte por este virus; y que la dosis y el tiempo para aplicar estos medicamentos también era importante.
Así recientemente se sabe que los anticuerpos monoclonales, que son un tipo de inmunización pasiva, son importantes al inicio de la infección, pero peligrosos en estadio avanzado de la enfermedad; y que la dexametasona previene la muerte si es aplicada en el estadio avanzado, pero es peligrosa en etapa temprana. El manejo médico de la Covid-19 ha evolucionado; y su mejoría, ahora durante la segunda ola, mantiene las tasas de letalidad más bajas que las experimentadas durante la primera.
Hemos aprendido como los medios de comunicación (prensa-radiodifusión-televisión), ante la falta de información y transparencia gubernamental, toman con valentía la responsabilidad de informar a la población sobre los riesgos y comportamientos protectores hacia esta enfermedad. Incluso y a pesar de las constantes amenazas y presiones de un establecimiento, que por unos votos más, desinforma, confunde y engaña.
Hemos aprendido que la salud es un bien común que necesita y exige un compromiso de todos y cada uno de nosotros para mantenerla. Que de mi comportamiento como individuo depende la salud de mi familia, comunidad y país. Finalmente, hemos aprendido que nuestra sobrevivencia y la de futuras generaciones, depende de la salud de nuestro planeta.
*El autor es médico epidemiólogo, salvadoreño radicado en Estados Unidos
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