Monólogo

Un 2020 para no recordar y 2021 para concretar el cambio

Esta es la última entrega de mi blog en el 2020, un año terrible para el mundo y también para Nicaragua. Durante gran parte del año nuestra atención giró alrededor de las afectaciones provocadas por la pandemia; y de cómo esa sombra oscura se posaba sobre los nicaragüenses ante la indolencia de la dictadura.  Fue el año de los entierros exprés y de la partida de muchos parientes, entrañables amigos y conocidos.

En lo político el año inició positivamente. Se anunció la formación de una organización que aglutinaría a todas las fuerzas opositoras. Dicha convocatoria culminó el 25 de febrero, con la conformación –entre bailes y abrazos en un apretado local– de la Coalición Nacional.  Este acto realizado bajo el cerco represivo, le dio a la gente un aire de esperanza. Iniciaba el año con unidad y esperanza.

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Se estaban realizando las primeras actividades de organización de la Coalición Nacional cuando, el miércoles 18 de marzo, el régimen anunció el primer caso de Covid-19 en el país.

A partir de ese momento, la vida de todos cambió drásticamente. El encierro, las mascarillas, el lavado de manos y el distanciamiento físico se convirtieron en las palabras más sonadas de nuestro vocabulario. Nos invadió el temor natural de entrar en lo desconocido y la enorme preocupación de perder a nuestros seres queridos.  Las imágenes que nos llegaban de diversos países del mundo no eran nada alentadoras.

La pandemia se extendió

Recordamos el segundo aniversario del levantamiento de abril en el encierro; sin poder abrazar a los familiares de los asesinados y encarcelados. La pandemia iba en aumento a pesar del engaño del régimen que semanalmente nos decía que los casos aumentaban de dos en dos. En realidad ahora sabemos que hubo muchos más y que el Covid-19 llegó a todos los rincones del país. Este engaño de la dictadura, igual que los crímenes cometidos, no quedará impune.

En mayo iniciaron las muertes masivas por la pandemia y los entierros exprés; esta dura situación afectó a gente cercana de todos. También murieron personajes del régimen. Entre los suyos también hubo víctimas de la estrategia de inmunidad de rebaño que implementaron, por no poder hacer algo mejor.

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Para junio, era evidente que los esfuerzos unitarios de la oposición se habían enfrascado en discusiones estériles, burocráticas y administrativas. La ansiada unidad se detenía por la discusión de los estatutos de la Coalición Nacional.  Se habían invertido cuatro meses en la redacción de un documento lejano; ajeno a las aspiraciones de la inmensa mayoría de los nicaragüenses.

La situación continuó igual durante julio; y para agosto era evidente que la aspirada unidad se desviaba hacia un rumbo marcado por discusiones secundarias e infructuosas.

Se agudizó el asedio

En septiembre la Alianza Cívica emprendió el operativo “Preso 198”, que llenó el país de calcomanías con la cara del dictador y la frase ¡Se va! Esa era nuestra forma de darle un aliento a la protesta cívica y pacífica.

En ese mismo mes, la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), aprobó la resolución que retoma los elementos propuestos por la oposición para las reformas electorales. Según dicha organización, la aprobación de estas reformas no debe pasar de mayo de 2021.

Pero en septiembre inició también el asedio policial directo a varios dirigentes opositores, entre los que estoy incluido. Nos han impuesto Managua por cárcel y vigilancia las 24 horas. Valiosos recursos humanos y económicos que deberían asignarse a la seguridad de los barrios, son destinados para vigilar cada uno de nuestros pasos. Según cálculos preliminares que incluyen salarios, combustible y alimentación de los policías; en los tres meses de asedio permanente a Medardo Mairena, Félix Maradiaga y contra mí, se han gastado más de un millón doscientos mil córdobas.

Este autor también escribió: Carta a los opositores nicaragüenses»

En octubre la atención se centró en la decisión de la Alianza Cívica de abandonar la Coalición Nacional. A eso le siguió en noviembre, la expulsión del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) de ese espacio de unidad.

Todo esto evidenció que el plan de unificar a la oposición no se pudo materializar. Aunque sí se acumularon experiencias valiosas; que no deben olvidarse para evitar que se vuelvan a cometer los mismos errores.

Por un mejor 2021

La destrucción provocada por dos huracanes que en noviembre tocaron tierra en el país, fue quizá el golpe más fuerte para miles de familias nicaragüenses. En especial para las de la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte (RACCN).  Como siempre, la dictadura se mostró indiferente ante el sufrimiento del pueblo. No se hizo presente de manera significativa en la zona del desastre. Pero sí aprovechó la situación para obtener financiamiento externo, que ciertamente le ayudará a oxigenarse económicamente.

"El 2021 debe ser mejor que el año que cierra.  La vacuna contra el Covid-19 ya se está aplicando y el virus irá retrocediendo. Asimismo, el virus de las diferencias entre opositores deberá combatirse con la vacuna de la humildad, la generosidad y el trabajo en equipo contra la dictadura".

Juan Sebastián Chamorro, director ejecutivo de la Alianza Cívica

La dictadura está cada vez más desesperada. Por eso aprueba leyes absurdas e ilegales, con las que intenta inhibir a los opositores, como lo hacen sus patrones en Rusia y Cuba.  Hostigan e intimidan porque no tienen la fuerza de la gente. La población los rechaza porque sabe que ellos son los causantes de las desgracias económicas y humanas que vivimos los nicaragüenses.

Por todo lo anterior, debemos iniciar el 2021 con renovadas fuerzas, esperanzas y determinación de generar el cambio anhelado por todos.

Nicaragua en el 2021 está en una bifurcación: o seguimos por donde vamos o doblamos al otro camino, el limpio y luminoso.  De nosotros depende que tomemos el camino de la reconstrucción, porque ya sabemos qué camino quiere tomar la familia Ortega Murillo.

Texto original en el blog: https://juansebastian.ch/

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Juan Sebastián Chamorro

Soy director ejecutivo de la Alianza Cívica por Justicia y la Democracia. Del 2014 al 2019 dirigí Funides. También fui director de la Cuenta Reto del Milenio en Nicaragua. Tengo una licenciatura en economía de la Universidad de San Francisco, un máster en economía de la Universidad de Georgetown y un doctorado en economía por la Universidad de Wisconsin, Madison.

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