Monólogo

Una vacuna contra la Covid-19 para abrazarnos mejor

Y ahí estaba la matrona saliendo del ala del hospital de Masaya destinada a la vacunación contra la Covid-19. Cabello entrecano recogido en una moña, piel morena, mascarilla lila, vestido rosado de cuello ancho con flores de colores. Avanzó por la callecita donde los familiares esperábamos y nos dijo adiós con la mano. Pese a no ver su sonrisa, pude notar el gesto alegre en sus ojos achinados. Y me sentí feliz por ella.

En la calle estábamos quienes esperábamos a nuestros familiares y también algunos recién vacunados que conversaban entre si. Hacía bastante tiempo que no veía personas reunidas, todas con sus mascarillas, platicando y bromeando de una manera tan relajada. Un señor comentó que ahora que está vacunado ya se puede echar sus traguitos, la señora que estaba con él se rio.

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Debo confesar que, cuando se empezó a hablar de las vacunas, me sentí algo pesimista. Sabía que el Mecanismo COVAX de Naciones Unidas entregaría vacunas gratuitas a muchos países pobres, entre los que estaba Nicaragua.

También sabía que esas inmunizaciones serían solo para el 20 por ciento de la población. Aunque mi mayor duda era la fecha que suponía sería en el segundo semestre de este año. Jamás me imaginé que mis padres y mis dos abuelas estuvieran vacunadas en abril.

La ciencia versus los bulos

El martes 13 de abril se realizó la jornada de vacunación en Masaya. Por cuestiones familiares, estuve en tres de los centros designados y lo que vi me emocionó. Un desborde de gente. Personas haciendo fila desde las cinco de la mañana. Adultos mayores que se acercaban solos. Ancianos de bastón o en silla de ruedas llevados por sus hijos o nietos. A las diez de la mañana entró al parqueo del hospital de Masaya una maltrecha camioneta de acarreo con ocho señoras y señores en la tina. Todos directo a recibir la primera de dos dosis de la vacuna Covishield. La segunda les tocará en junio.

Esto me sorprendió porque el coronavirus son dos pandemias en una. La pandemia sanitaria y la pandemia de la ignorancia y del negacionismo, igual de peligrosa que la primera.

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Los bulos de WhatsApp y YouTube además de ir de teléfono en teléfono, van de boca en boca y son imparables. Por eso vacunarse no es algo que se asuma como un deber personal, sino que se sopesa como una posibilidad. He perdido la cuenta de las veces que en las últimas semanas he escuchado la pregunta: “¿Te vas a vacunar?”.

El derecho a vivir un poco más tranquilos

Por otra parte, haber visto a tantos adultos mayores yendo a vacunarse volvió a despertar en mí la sensación que tuve en marzo del año pasado. La de dejar mi propio egoísmo de lado. Al enterarme de que este virus se ensaña con los ancianos y los más vulnerables, supe que si me descuidaba, me convertía en un peligro para ellos. Y esa es la razón por la que trato de ser responsable; y también por la que ahora siento alivio. Porque sé que cada persona vacunada va a vivir con menos miedo y menos angustia.

Me crié en casa de mis tíos abuelos, un matrimonio que pasa de los ochenta años. Mi tía abuela, a quien le digo mamita, dudaba entre si debía o no vacunarse.

Cuando me lo dijo le recordé que desde Navidad no nos damos un buen abrazo; y antes de Navidad, la última vez que nos habíamos abrazado había sido en marzo, al día siguiente de que se oficializó el primer caso.

“Vacúnese”, le pedí, “va a ver que con eso pronto nos vamos a poder abrazar mejor”. Si todo sale bien, la otra semana lo hará. Ese día por fin voy a volver a respirar tranquila. Y apenas la hayan vacunado le voy a dar ese abrazo que tanto deseo. Todavía faltará la segunda dosis, pero habrá valido la pena la espera.

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4to Mono

4to Mono es una antítesis de la leyenda de los tres monos sabios. A diferencia de sus hermanos, que por prudencia prefieren ser indiferentes no viendo, escuchando o hablando, el 4to Mono amplifica todos sus sentidos para analizar los problemas y encontrar soluciones.

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